jueves, 30 de mayo de 2013

Ejemplo del extravío

NAVEGACIONES
Ejemplo del extravío
Pedro Miguel

 
 
7/MAYO/2013
 
Las válvulas migratorias del mundo contemporáneo están diseñadas, en términos generales, para facilitar el libre tránsito de empresarios y turistas a cualquier país y acotar o impedir la llegada de pobres procedentes de las economías más débiles a las más poderosas. Los turistas llegan con dinero para gastar –mucho o poco– y los empresarios, con capital para invertir o mercancías y servicios para vender. Los obstáculos migratorios del sur hacia el norte están diseñados para quienes viajan sólo con su fuerza de trabajo. Por eso cualquiera que tenga pasaporte canadiense, estadunidense o mexicano puede transitar hacia el sur del continente sin restricción alguna, en tanto que centro y sudamericanos tienen que cumplir con requisitos severísimos en los consulados de esos tres países si es que quieren llegar a ellos con los papeles en orden, o bien arriesgarse a cruzar el Suchiate y/o el Bravo a la buena de Dios.

Hace ya tiempo las autoridades mexicanas aceptaron desempeñar el papel de policía migratoria externa para Estados Unidos y Canadá y hasta para Europa y Japón: “Los extranjeros de naciones que requieran visa (mexicana) estarán exentos de la misma, cuando acrediten ser residentes legales permanentes en Estados Unidos, Canadá, Japón, Reino Unido o Espacio Schengen”, concede la Secretaría de Relaciones Exteriores en su página web. Somos, pues, una especie de primer dique de control para atrapar a latinoamericanos –o africanos, o ciudadanos de países a los que Washington considera sospechosos de algo– que buscan hacerse una vida en el vecino del norte. Con el tiempo México ha ido eliminando el requisito de visa para argentinos, beliceños, costarricenses, chilenos, panameños, paraguayos, peruanos, uruguayos y venezolanos, pero se mantiene –unilateralmente– para oriundos de Antigua y Barbuda, Bolivia, Dominica, Ecuador, El Salvador, Granada, Guatemala, Guyana, Haití, Honduras, Nicaragua, República Dominicana, Santa Lucía, Santo Tomé y Príncipe, San Vicente y Granadinas, Saint Kitts y Nevis y Surinam. Y claro, a uno se le cae la cara de vergüenza cuando desembarca en cualquiera de esos países, muestra en el puesto de control migratorio su pasaporte mexicano, sin visa ni nada, y escucha: “Pase”.

Pero obviemos por un momento lo vergonzoso de la asimetría en el condicionamiento del ingreso al país y dejemos de lado el hecho de que la reducción de los extranjeros a la condición de indocumentados se traduce en situaciones de total indefensión, que propicia toda suerte de atropellos por parte de las autoridades y que alimenta a la delincuencia organizada. Además, resulta que esa política migratoria sale carísima: el Instituto Nacional de Migración (INM) informa que cada año se gasta mil millones de pesos en detectar, perseguir, capturar, fichar, internar y deportar a extranjeros indocumentados, procedentes, en su gran mayoría, de cuatro países centroamericanos (La Jornada, 6/5/2013, p. 10).

Referencias: en 2011 el Fondo de Cultura Económica tuvo un presupuesto de 200 millones de pesos; los programas federales de Promoción y Fomento de Libros y la Lectura y Nacional de Lectura fue de 152 millones; el programa de Universidad Virtual recibió 200 millones; las actividades culturales recibieron un subsidio federal de 2.5 millones en Sinaloa, de tres millones en Tamaulipas y de 12 millones en Chihuahua, por mencionar sólo tres entidades afectadas por la violencia. Los institutos de la Frontera Norte y de la Frontera Sur tuvieron subsidios federales, entre ambos, por un total de 439 millones de pesos; un programa que buscaba la reinserción académica de jóvenes integrantes de bandas y pandillas recibió 13 millones de pesos en 2010 y se canceló en 2011. Un año antes había pasado otro tanto con una partida presupuestal para financiar becas de educación media y superior a hijos de migrantes internos.

Otro dato: según el ayuntamiento de Madrid construir una escuela básica equipada en esa ciudad cuesta el equivalente en euros a 13 millones de pesos mexicanos; Aun suponiendo que aquí costara lo mismo, si se considera el sobreprecio impuesto por la corrupción, el hecho es que por andar persiguiendo y deportando a hermanos en desgracia se ha dejado de construir 77 escuelas cada año. De ese tamaño son el extravío, la torpeza y la inmoralidad.

miércoles, 29 de mayo de 2013

Assange y las democracias impolutas

Assange y las democracias impolutas
Pedro Miguel
En la Unión Europea medios y gobiernos denuncian con regularidad ataques reales o supuestos contra la libertad de expresión, siempre que éstos tengan lugar fuera del espacio Schengen, en el cual, se supone, la prensa es independiente y objetiva y las autoridades respetan las libertades de decir y de enterarse: Europa occidental es el paradigma de cómo deben ser las relaciones entre el poder y la información. Esa idea, eurocentrista a más no poder, es articulada en forma sistemática por organismos sí gubernamentales (OSG, digamos, porque reciben generosos subsidios de dinero público) dispuestos a poner el grito en el cielo por cosas tan distintas como el asesinato de una periodista en Rusia (presuntamente urdido desde alguna oscura oficina gubernamental) y una demanda penal interpuesta con todas las de la ley por el presidente ecuatoriano en contra de difamadores con patente de periodistas. También defienden a capa y espada a consorcios mediáticos entregados a sus actuales dueños tras despojos realizados por regímenes militares y meten las manos al fuego por la salud moral de aparatos de propaganda electrónica golpista como los que operan en Venezuela. Tales organizaciones tienen como misión la denuncia de ataques a la libertad de expresión que ocurran fuera de la Europa comunitaria. Muchas veces documentan y difunden casos reales, y se agradece; pero ocurre también, en ocasiones, que para cumplir con su cuota mensual de denuncias inventan sin más la historia y convierten a la víctima de un asalto o de un marido celoso en mártir de la libertad de expresión.
La trilogía gobiernos-medios-OSG ha conformado un discurso único que desinforma a la opinión pública y que ha cimentado una fórmula ideológica basada en antonimias absurdas. En el caso de América Latina, por ejemplo, los gobernantes se dividen en dos clases: populistas y demócratas. Los primeros buscan alternativas al modelo económico neoliberal, afectan con ello intereses de una que otra transnacional y recurren a la ley en contra de consorcios mediáticos desbocados. Los segundos –como en Colombia y México– pueden haber llegado al poder por medios desaseados y cuestionables y acaso son responsables de una violencia sin precedentes, pero no afectan los intereses trasnacionales.
Cuando las autoridades madrileñas criminalizan a un diario vasco que no ha cometido más delito que el de simpatizar con el independentismo regional, encarcelan a sus trabajadores y lo clausuran, el triángulo medios-autoridades-OSG se lanza al coro denostador de los perseguidos o, al menos, cierra la boca. Al paso de los años las instancias judiciales determinan que aquello ha sido una barbaridad y un atropello, pero ya nadie recuerda nada.
O tomen como ejemplo el caso de Julian Assange. El fundador de Wikileaks enfrenta una orden de arresto de las autoridades suecas para someterse a un interrogatorio por dos supuestas agresiones sexuales. Se trata de un invento que cae por su propias incoherencias (véase la historia en http://goo.gl/5Tz43). Es la Casa Blanca, y no dos borrosas mujeres suecas, la verdaderamente ofendida por Assange, y la demanda de extradición de Estocolmo a Londres (en donde el australiano permanece refugiado desde hace casi un año en la embajada de Ecuador) es parte de un operativo trinacional para que el gobierno gringo pueda echarle el guante. El motivo: que el fundador de Wikileaks ha evidenciado a Washington ante el mundo como perpetrador de crímenes de guerra, actos de corrupción e intromisiones ilegales en otros países.
En tanto Assange documentó atrocidades del poder perpetradas en Kenia, recibió premios y reconocimientos de gobiernos y organismos de Occidente. Pero en cuanto difundió las miserias de la política exterior de Estados Unidos empezó a ser tratado como un criminal y The New York Times lo degradó de súbito de periodista a informante. Y hasta la fecha.
Hace unos días el periodista australiano exhibió unos correos electrónicos internos del servicio secreto británico en los que se admite que las acusaciones suecas son un montaje y se reconoce implícitamente que la demanda de extradición de Londres a Estocolmo es una maniobra para entregarlo a Estados Unidos. (http://goo.gl/tGfNp).
La próxima vez que piensen en gobiernos que persiguen a los informadores no se limiten a pensar en China, Bielorrusia o Sierra Leona. Las democracias impolutas de Suecia, Gran Bretaña y Estados Unidos también están en la lista.
Twitter: @Navegaciones
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Avances y no tanto

Avances y no tanto
Pedro Miguel
Hace poco más de 30 años, en la elección presidencial de 1982 Ar­noldo Martínez Ver­dugo fue candidato presidencial por el Partido Socialista Unificado de México (PSUM). En esa ocasión el Partido Revolucionario de los Trabajadores postuló para el cargo a Rosario Ibarra de Piedra. Fue la primera vez que partidos de izquierda independientes (digo independientes, porque el PPS y el PARM se sumaron a la candidatura de Miguel de la Madrid Hurtado) concurrían, con registro, a unos comicios presidenciales, y la segunda que se presentaban a las urnas (la primera fue la elección legislativa de 1979). Fue el arranque de algo nuevo y la culminación de un largo (y a veces, áspero) debate sobre los caminos a seguir para enfrentar los intereses empresariales y corporativos y lograr una transformación del país en favor de la sociedad. También fue la culminación parcial de un esfuerzo unitario que llevó a la disolución del Partido Comunista Mexicano para conformar, con otras cuatro organizaciones, el efímero PSUM. Martínez Verdugo fue uno de los motores principales de ese proceso y un resuelto impulsor de la participación en procesos electorales y de la unificación de las izquierdas.
Para aquella época los resultados no fueron malos: la candidatura de Martínez Verdugo (PSUM) recibió 3.48 por ciento de los sufragios, y la de Rosario Ibarra de Piedra (PRT), 1.76 por ciento. Sumados esos porcentajes a los obtenidos por fuerzas que se decían progresistas, a las izquierdas le reconocieron 6.9 por ciento del sufragio (un millón 580 mil votos). Sólo seis años después, las fuerzas de izquierda, agrupadas esa vez en el Frente Democrático Nacional, y con Cuauhtémoc Cárdenas a la cabeza, ganaron la Presidencia y el candidato oficial, Carlos Salinas, hubo de ser impuesto en ella mediante un escandaloso fraude electoral. La cifra oficial de la entonces Comisión Federal Electoral dio a la izquierda poco más de 30 por ciento de los votos (casi 6 millones de sufragios). O sea que, con todo y fraude, el avance electoral de las fuerzas progresistas había sido espectacular.
Tampoco hay razón para confiar en la precisión de los resultados en los comicios presidenciales siguientes: tras el de 1994 el propio Ernesto Zedillo reconoció que las campañas se habían realizado con reglas inequitativas; en 2000 los sufragios por el PRI fueron ilícitamente inflados mediante inyecciones de dinero público (el Pemexgate, la más célebre); en cuanto al de 2006, el fraude en favor de Calderón fue tan descarado como el de 1988 a favor de Salinas, o más, y está mejor documentado. Aun así, la izquierda electoral, agrupada en la coalición Por el Bien de Todos, obtuvo el mejor resultado electoral de su historia, tanto en votos totales como en porcentaje.
Parte importante de ese esfuerzo fue José María Pérez Gay, fallecido el domingo pasado, quien actuó como articulador entre las organizaciones políticas que apoyaban a AMLO y sectores académicos, intelectuales y artísticos. Vaya aquí un humilde reconocimiento a esos dos personajes desaparecidos, Arnoldo y José María, por su participación y su entrega en la lucha por transformar a México.
El año pasado se repitió la historia. La campaña priísta, caracterizada por la manipulación y la mentira mediáticas, culminó con una inversión de miles de millones de pesos para inducir votos e inflar el caudal de sufragios en favor de Peña Nieto hasta fabricarle un margen de 8 por ciento sobre López Obrador... Y en las cifras oficiales la izquierda volvió a batir su propio récord: casi 16 millones de votos.
En resumen: en tres décadas (y según las muy distorsionadas cifras oficiales) la izquierda electoral ha pasado de 6.9 a 31.59 por ciento en las preferencias electorales y de un millón 580 mil votos a 15 millones 897 mil. Si se descuenta el crecimiento del padrón electoral, eso representa un crecimiento de 500 por ciento. Si en México existiera una democracia real, habría razones para el optimismo y para seguir apostando todo a la vía electoral, en la confianza de que más temprano que tarde la izquierda habría de lograr una victoria sobre el PRIAN. Pero no: en tres elecciones presidenciales, una de cada dos, el régimen oligárquico le ha arrebatado el triunfo a la mala. Así la verdadera oposición llegara a obtener la mayoría absoluta de los votos reales, el aparato político del régimen seguiría haciendo trampa.
Descontadas las vías violentas, que hoy tienen menos margen que nunca por la paramilitarización creciente en muchas regiones del país, no parece quedar más alternativa que impulsar la organización social desde abajo, mantener la independencia ante el régimen (por ejemplo, absteniéndose de firmar pactos por México) y seguir participando en procesos electorales para ganarlos y defender los triunfos mediante movilizaciones pacíficas, sí, pero realmente masivas, organizadas y generalizadas.

2a Parte. Nosotros ya no somos los mismos

Nosotros ya no somos los mismos
Vasconcelos y su cruzada educativa y cultural
Ortiz Tejeda
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José Vasconcelos convirtió los muros de los edificios públicos en páginas monumentales para que el pueblo reconociera su pasada grandeza y se empeñara en construir la propiaFoto José Carlo González
En la columneta anterior platiqué a grandes rasgos sobre un grupo de amigos que fue factor importante para que me aventurara a romper el cordón umbilical saltillense y me adentrara en las entrañas del monstruo llamado Distrito Federal. También relaté las motivaciones que impulsaron mi primera agresiva incursión al ámbito universitario. Desgraciadamente los correctores de la Redacción, que de tantas barbaridades me salvan cada semana, esta vez no se midieron: yo entrecomillé diversas citas de Vasconcelos, dichas o escritas en ocasiones muy diferentes, y ellos las unieron con comillas únicamente al principio y fin, lo cual dejó un galimatías incomprensible, por bellas que fueran las expresiones citadas. Ni modo, cerremos ese capítulo.
Ya dentro de la torre de rectoría buscábamos, sin saber qué exactamente, las pruebas del mal uso de los dineros del presupuesto. De haber existido, ¿qué clase de idiota las hubiera guardado en su escritorio, al alcance de todo el mundo? Desconcertados, no sabíamos qué hacer. Nunca entendimos que el objetivo (vigente desde endenantes) era provocar el escándalo mediático, y ya. Los periódicos, de la época (¿de la época?), se regodeaban con los ataques a la Universidad: apoyaban al gobierno permanente e incondicionalmente, pero la UNAM, además de autónoma, siempre ha sido (diositos quieran que lo siga siendo), la oveja descarriada de los regímenes, de cualquier color, que han gobernado el país.
Tenía horas apenas en la torre, cuando un chavo de las guardias me preguntó si yo era el que soy (en ese entonces lo era más todavía). Te hablan unos cuates en el basamento. Salí y me topé con el segundo grupo de amigos a los que hice referencia la vez pasada y que también me habían ofrecido su apoyo para que pudiera entrar a la UNAM, pagando el último año de prepa en exámenes a título de suficiencia. Ya dije también que política e ideológicamente eran las antípodas del equipo de Jorge Siegrits. Allí estaban Raymundo Ramos, Pedro Vázquez Colmenares y Alfredo Bonfil. Liberales, juaristas, militantes de la de pura cepa de la AJEF (como los lobatos en los escouts, estos son los masones junior), igual que Monsi y el amigo Manuel Jiménez Guzmán, cuyo indeclinable activismo es siempre tan intenso que uno llega a pensar que las logias aún guardan el poder de antaño, cuando en verdad hay fundadas sospechas de que se trata del Último (mohicano) masón que queda en el Valle de México.
Pues que esos Jóvenes Esperanza de la Fraternidad me echan montón y comienzan a mostrarme documentos, desplegados, actas, informes, balances y muchos etcéteras más, para demostrarme cómo el contador Thierry, profesionista del mejor nivel, ligado a organizaciones de la derecha extrema, durante años había avalado lo que ahora, por coyunturas políticas, denunciaba, que Siegrist recibía subsidios del gobierno argentino con los que, entre otras cosas, pagaba los manifiestos que yo firmaba, (cuestión que, por otra parte, me importaba un comino) y, lo más doloroso, las evidencias incontrovertibles del desastre ideológico en que se había convertido Vasconcelos ( El Desastre fue la tercera parte de su autobiografía). Me resistía a aceptar los hechos que estaban, incontrovertibles, frente a mi pero, íntimamente, la verdad dolía.
En plena Segunda Guerra, Vasconcelos editó la revista continental Timón, financiada por la embajada alemana y destinada a propagar y exaltar las ideas del nacionalsocialismo. Cuando en 1938 decidió finalizar su exilio y retornar al país era otro. Abiertamente exhibía su proclividad a los estados fascistas y su identificación con los regímenes totalitarios lo llevó, en los cincuenta, a manifestar su apoyo y simpatía a Franco, Perón y Batista. Retornó al fundamentalismo religioso de los tiempos en que vivió en mi terruño coahuilense y que yo tanto presumía, al grado de tomar el hábito de novicio de la Orden Tercera de San Francisco. Actitud del todo respetable si se le compara con sus afirmaciones: Hitler, aunque dispone de un poder absoluto, se halla a mil leguas del cesarismo. Hitler representa, en suma, una idea, la idea alemana, tantas veces humillada antaño por el militarismo francés y la perfidia de los ingleses. De su nueva militancia, no había duda y, si ésta hubiera existido, allí estaba el prólogo a la obra de Salvador Borrego, para confirmar, repito, El desastre.
Después de la regañiza caminé y caminé solo por las islas. Estaba totalmente confundido, dolido y tenía que tomar una decisión ya. No podía apartar de mi mente al hombre que electrizaba con sólo verlo, al que conmoví recitándole de memoria las razones del escudo y el lema universitario surgidos de su talento. Vasconcelos el revolucionario maderista, carrancista, obregonista, siempre critico, rebelde, autónomo. Vasconcelos codirector de El Antirreleccionista, miembro de la Convención de Aguascalientes, director de la Escuela Nacional Preparatoria, fundador del Ateneo de la Juventud, jefe del departamento Universitario y de Bellas Artes y rector de la Universidad Nacional. Vasconcelos, primer titular de la Secretaría de Educación, soñó una patria y sentó los cimientos para hacerla realidad. Lo hizo, como diría Raymundo Ramos, edificando con materiales de porvenir: convirtió los muros de los edificios públicos en páginas monumentales para que el pueblo (hoy llamado, la gente) se reconociera en su pasada grandeza y se empeñara en construir la propia. Aún encontramos en ellos los mensajes rotundos de Orozco y Rivera que estrujan, impactan, conmueven. Entusiasmados por el espíritu redentor de la cruzada educativa y cultural emprendida por Vasconcelos, llegaron a México los grandes de nuestro continente: desde Chile, Gabriela Mistral, y de República Dominicana, Pedro Henríquez Ureña. Alentado por el mesianismo del coahuilense Julio Torri quiso intentar el milagro de la multiplicación de los libros y emprendió la impresión gigantesca de una docena de títulos de los autores clásicos que hizo llegar a los lugares más remotos, fundó la revista El Maestro a la que incorporó a muchos jóvenes intelectuales de América Latina. En 1921, en nuestro país, apenas dos, cien mil mexicanos vivían en poblaciones urbanas (consideradas como tales, las que tenían más 15 mil habitantes), frente a 12, 300 mil que lo hacían en las zonas rurales. El analfabetismo alcanzaba 80 por ciento, evidentemente concentrado en estas últimas. Vasconcelos emprendió la magna tarea de comenzar a pagar deudas con los acreedores preferentes: campesinos e indígenas. Ese año echó a andar el proyecto de educación rural y las nobilísimas Misiones culturales, destinadas a abatir el analfabetismo y capacitar maestros.
Seguí deambulando y rumiando el desencanto. Vacío de propósitos, diría algún día Manuel Echeverría. De pronto pensé: ¿Y el joven Germán del Campo, caído mientras arengaba al pueblo en favor de Vasconcelos en el jardín de San Fernando, y López Mateos, Ciriaco Pacheco Calvo, (¿estaría vivo cuando el derrumbe?), Alejandro Gómez Arias, Mauricio Magdaleno, Andrés Henestrosa? Estos últimos me hicieron la distinción de estar en mi casa, pero no me atreví a profundizar en tema tan estrujante. (¡Dios mío! ¿Por qué no me hiciste un mínimo Scherer?). Sólo una convicción me quedó: para ellos, igual que para mí, no existió uno, sino dos, José Vasconcelos. A uno se le admira, al otro, ni recordar siquiera.
Regresé a la torre, reuní al grupo República de Chile y anexas y nos fuimos a la casa de la señora Adams, avalada como la mejor menudería del centro, por la presencia de cientos de taxistas todas las noches y madrugadas. Juntamos nuestros capitales y pedimos al centro de la mesa la porción que nos alcanzara de ese caldo, reparador como pocos.
Lo acontecido fue un golpe nada fácil de superar, a esa edad se tiene verdadera necesidad de guías, maestros, ejemplos. Menguaron, sí, los afanes heroicos y protagónicos y comenzó a formarse un sólido caparazón. Al paso del tiempo me he topado con muchos políticos, hombres de gobierno, líderes, funcionarios, curas, intelectuales, intérpretes de la opinión pública, señores del gran capital y señoras de la gran belleza que, con menos valimientos de toda índole que el Vasconcelos originario, han ascendido, triunfado, por la sencilla maniobra de cambiar, en trueque histórico, un potaje de lentejas, por su progenitura pero, después de lo relatado, estos me resultan simplemente peanuts, como diría Charlie Brown, o sea, simples cacahuates. Después de aquello, estoy blindado.
¿Se imagina usted a José Emilio, Monsi o Pitol, ocupando, haciendo un plantón en un recinto universitario? Entérese por el mismo precio.
Twitter: ortiztejeda

martes, 28 de mayo de 2013

Nosotros ya no somos los mismos

Nosotros ya no somos los mismos
La UNAM y las organizaciones estudiantiles
Ortiz Tejeda
Foto
El campus de Ciudad Universitaria; al fondo, la torre de rectoría
Foto María Meléndrez Parada
A dos grupos de líderes juveniles, no sólo diferentes sino radicalmente opuestos, debo mi viaje original a la Región más transparente. O sea, diría Monsi, a la “modernidad urbana, de la cual el libro de Fuentes era, sigue diciendo Monsi: el primer gran retrato.
Uno estaba integrado por los dirigentes de la Confederación Nacional de Estudiantes (CNE), organización de extrema derecha, cuya fuerza residía en una o dos facultades de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y en universidades privadas de provincia. En ella militaban destacados líderes panistas, como Armando Ávila Sotomayor, y oradores que, en esta época en la que la forma más ingeniosa para expresarse son los emoticones, ni siquiera se conciben: Fernando de la Hoz Moncada, el mejor de los ejemplos y, también, golpeadores tan temibles como El Tepochón, lumpen escapado de la Comarca Lagunera.
El líder absoluto era Jorge Siegrist Clamont, un muchachón veintiañero, voluminoso, sumamente carismático, millonario y, algo bien importante, muy entrón. Su equipo de choque, que no era cualquier cosa, le guardaba gran respeto porque sus entradas por línea, en contra de cualquier acto del sector progresista o elecciones en las que salía perdidoso, era él quien, personalmente, las encabezaba. No era un mocho persignado, ni menos un neoliberal precoz, su credo era el justicialismo peronista y su maestro supremo y guía, José Vasconcelos. El título de Maestro de América se lo asignaba a Vasconcelos la derecha, y los liberales a Justo Sierra.
Los gestores de Siegrits no terminaban de conseguir mi inscripción en la UNAM y El Tepochón me esquilmaba los centavitos que había traído de Saltillo. Frente a mí, por un teléfono público, pedía hablar con el doctor Julio Ibarra, director de Servicio Escolares, y le preguntaba, exigente, por el estado que guardaba mi solicitud de ingreso. Yo, por supuesto, sólo escuchaba lo que él decía: ¿Entonces ya le revalidaron lógica y literatura? Gracias doctor, pero por favor apúrenle, acuérdese que se trata de que nuestro amigo Ortiz doble año. Este es un asunto de gran interés para la CNE y en lo personal para el presidente Siegrist Clamont. Ya estás del otro lado –me decía después de colgar. No le digas nada al jefe, pero cáite con unos 20 pesos, algo le tengo que comprar al doctor”.
¿Pero qué importancia podían tener estas pequeñeces (eran simplemente mi vida, mi futuro), frente a las emociones cotidianas que estaba viviendo? No resulta nada difícil comprender la cooptación, o mejor dicho el auténtico secuestro emocional, anímico, de un menor de edad (provinciano no muy perspicaz, ciertamente), cuando lo toman en cuenta (y desde arriba). Cuando lo ven y lo oyen: Un día Siegrist me llamó a sus oficinas (en el pasaje Catedral) y me dijo: échale un ojo a este escrito y métele mano, lo vamos a publicar mañana. No daba crédito. Yo, que desde entonces a la fecha me expreso de una manera, digámoslo con generosidad, no muy ortodoxa, ni acorde con las exigencias de la RAE, era invitado a meter mano en un manifiesto a la nación. Se trataba de una terrible denuncia contra la administración del rector Carrillo Flores, avalada nada menos que por el auditor general de la universidad, un reconocido contador público, de nombre, si mal no recuerdo, David Thierry. Siegrits me hizo ver que la UNAM estaba al servicio de los intereses imperialistas y había que rescatarla. Si el resultado de la Segunda Guerra Mundial hubiera sido otro, habríamos recuperado el territorio perdido el siglo pasado. Pero seguía habiendo opciones. El justicialismo era el rumbo, el camino para la independencia absoluta de HISPANOamérica. El camino para la entronización de la raza cósmica.
Cuando me dijo que íbamos a presentarle el manifiesto al maestro Vasconcelos, yo estaba ya dado. ¡Mira! –me dijo–, y vi. Mi nombre estaba en la relación de los demandantes, como representante de los jóvenes coahuilenses, se explicaba. Pero además yo comandaría el grupo que entraría a rectoría y abriría el paso a los expertos que descubrirían todos los documentos que eran prueba plena del mal uso de los dineros del presupuesto universitario. Yo me había ganado a pulso esa distinción: ¡el rescate de nuestra alma mater! (que a esas fechas creo que, formalmente, ni lo era para mí, todavía).
Mi comando lo constituían los más hambreados de las casas de asistencia de República de Chile 38 (ya les platiqué que allí vivió el celebérrimo Ramón Mercader o Jack Monard), y algún otro carente de techo fijo.
No estoy tratando de disculpar mi primera incursión a la torre de rectoría, pero sí deseo mostrar cómo los juicios universales y sumarios sobre los participantes en los movimientos, borlotes, escándalos estudiantiles pueden, por lo mismo, no ser siempre justos. En una manifestación, mitin, huelga, toma, secuestro o barricada participan jóvenes (y no tanto), por las más diversas razones o, sin ellas. Muchos están convencidos de la justicia de su protesta y las acciones que ésta provoca, asumen los riesgos, no del todo conscientes, pero los afrontan. Otros más responden automáticamente a los impulsos y energía de su edad: se mueven, gritan, rompen, queman, tienen una necesidad biológica de desfogar. En los seminarios, cuarteles, escuelas militares, el ejercicio físico es la catarsis purificadora, el cilicio contra la líbido galopante. Cuando alguien les ofrece una bandera, una causa, un porqué hermoso, generoso, sacrificado lo abrazan con pasión, aunque no lo entiendan. Dentro de éstos hay un subgrupo: los que simplemente van pasando, es decir, aquellos que oyen el barullo, ven la acción colectiva y se integran (necesidad básica de los jóvenes) y muchas veces se convierten en el sector más combativo e irreductible. Existen por supuesto los militantes de una u otra tendencia, quienes consideran que toda acción contra la autoridad les beneficia, sin darse cuenta que, en ciertos casos, el ganón está en las antípodas; la estrategia compañeros de camino exige conocimiento objetivo de las condiciones imperantes, un liderazgo que permita el cambio intempestivo de rumbo, sin que las bases (modestas o amplias), cuestionen o deserten. Y, faltaba más, están los infiltrados y los provocadores. Los primeros son de comportamiento sencillo, amistoso, no dan opiniones innecesarias ni toman partido antes de tiempo. Son en su mayoría policías letrados, o abogaditos haciendo escoleta para ser Ministerios Públicos. Al desgaire toman fotos, pero con el objetivo centrado en los líderes a los que, también, les piden declaraciones, forma eficaz de ubicar a los radicales. Los provocadores, por otra parte, son lumpen puro, halcones del 10 de junio del 71, o del primero de diciembre de 2012 (de esos que ya mero identifica la PGJDF, nada más que corrobore los apodos). Delincuentes capaces de violencia extrema, imprescindibles para acciones ejemplares.
No agoté la clasificación temeroso de que se ordenara mi arraigo, porque sabía demasiado. Yo vivo arraigado, pero por gusto, si fuera por orden de autoridad ya habría consultado al doctor Guzmán Loera, especialista en escapismo, y ni en Harvard me localizaban.
Son muchas las características que comparten los miembros de los grupos mencionados (y los que me faltaron), pero una contante es, sin discusión, su ubicación económico/social. Todos los chavos son hijos de la jodencia. Y su tipo físico, sí, físico (échale racista, que al cabo ni es cierto), su vestimenta, su cabellera, sus tatuajes y sus piercings, su música, su lenguaje, o sea el caló, el slang de 200 palabras con que se expresan y, por supuesto, su iracundia, su insatisfacción existencial, su gana de ser alguien, de simplemente existir y ser vistos, oídos. Siempre cuesta arriba han llegado a una edad y a un límite. De allí en adelante la capilaridad social es flor tan rara como la abstinencia y la virginidad. Ahora, donde naces, te quedas, emigras o te formas al final del alfabeto social y eres un Z: sacias tus ansias, colmas tus expectativas aunque, desgraciadamente, no tienes mucho tiempo para gozarlo.
Yo, anímicamente, no tuve opción. Tenía que haber sido el boxeador Jorge Kahwagi (no sé si campeón mundial de mujeres golpeadas), o el impune delincuente conocido como el Niño Verde, para permanecer intocado, insensible, ante el llamado del viejo Ulises criollo, que mantenía viva La flama, a pesar de La tormenta.
No estaba plena y racionalmente convencido de mis actos, pero no podía dejar de escuchar: Lanzada a la brega la verdad no puede ser serena, debe se agitada como la tempestad y luminosa como el relámpago, firme como el rayo que derriba las torres de la soberbia. Malhaya el que busca complacer al malvado en vez de denunciarlo. Mi lábaro no está hecho para el lucimiento de los desfiles. Es un airón de combate. La Revolución era una moza lozana y aguerrida, con algo de Minerva en la frente y en el brazo poderes como de arcángel. Tuve que entrar a la universidad por la ventana, pero iba del brazo de la aurora.
Del primer embate al espacio fundamental de mi vida, la UNAM, me declaro culpable. Seguiré confesándome.
Twitter: ortiztejeda

lunes, 20 de mayo de 2013

AbdulHamit II visto por Botros a través de Amin Maalouf

Como me enteré que dictó Alí Azzalí,  el 15 de mayo de 2013, en la mezquita mayor de Granada, España,  una conferencia sobre el Sultán Abdul Hamid II,  y en mi actual lectura del libro Orígenes de Amin Maalouf, en sus capítulos 21 y 22, se menciona a este gobernante, realicé la transcripción de dichos capítulos, a fin de que poseer otra referencia y otro punto de vista,  sobre este personaje. Esta es la invitación de la mezquita:


Sultan Abdul Hamid II

15.05.2013 || Por: Dr. Ali Azzali

Quinta conferencia del ciclo Grandes Gobernantes del Islam que está teniendo lugar en la Mezquita Mayor de Granada. Miércoles 15 de mayo


Abdul Hamid II, 34º sultán del Imperio otomano, y segundo hijo del sultán Abd-ul-Mejid I, accedió al trono el 31 de agosto de 1876 y fue depuesto por la sublevación militar de los Jóvenes Turcos en el año 1909. Su gobierno retrasó unas décadas el desmoronamiento del Califato, pero su derrumbe político significó de facto el colapso del Gobierno otomano.
Esta conferencia será impartida por Dr. Ali Azzali, musulmán italiano, doctorado en Historia y vicerrector del prestigioso Dallas College de Ciudad del Cabo. Su profundo conocimiento de la historia europea hace del Dr. Azzali la persona indicada para mostrarnos la justa dimensión del último gran Sultán del Imperio otomano, cuya magnanimidad ha quedado en la memoria a pesar de todas las infames y vergonzosas calumnias vertidas contra su persona.

 DONDE: Sala de Conferencias
Mezquita Mayor de Granada
CUANDO: 19:30 horas
Miércoles 15 de mayo

Como se observa en esta invitación, los promotores de la conferencia, adelantan  que Azzli mostrará la “magnanimidad ha quedado en la memoria a pesar de todas las infames y vergonzosas calumnias vertidas contra su persona.” Es decir se adelanta que Abdulhamid era magnánimo, o al menos, su magnanimidad ha quedado en la memoria de… (no dice de quienes) y que hay infames calumnias contra su persona. Se hace la observación que se espera en algunos meses adelante, reponsables de la web de la mezquita, publiquen completa esta conferencias y podamos saber lo que realmente expreso el dr. Azzali.

Por lo pronto, a los interesados, adelanto la visión de Amín Maalouf, que en en su libro Origenes (una investigación sobre sus orígenes familiares)  a través de su abuelo Botros, que fue contemporáneo del sultanato de Abdulhamit, narra dicha época. Se aclara que Maaloouf no centra su relato en el análisis del Sultán, sino en las ideas de su abuelo. A continuación la transcripción literal de los capitulos 21 y 22 de Origenes (Alianza Editorial) para dar una idea la lector de tal sultán y de la revolución de los “Jóvenes Turcos”


(2) Amín Maalouf
Orígenes
Alianza Editorial
1ª. Edición “biblioteca de autor”
Madrid, 2007
Capítulo 21. Página 121 a 126


Ese zafarrancho de oriente al que aspiraba mi abuelo estaba mucho más cerca  de lo que se imaginaba. En los primeros días de Julio de 1908, dos jóvenes oficiales  otomanos, llamados Niyazi y Enver se emboscaron en las montañas de Macedonia, desde donde anunciaron que izaban el estandarte  de la sublevación hasta que se promulgase una constitución moderna. Ambos pertenecían a una sociedad secreta que existía en la ciudad de Salónica, se llamaba Comité para la Unión y el Progreso y formaba parte de un movimiento de oposición más dilatado cuyo nombre quedaría en la historia, el de los Jóvenes Turcos.

Al principio del alzamiento, todo el mundo estaba convencido  de que traerían encadenados a Constantinopla a los dos oficiales para someterlos a un castigo ejemplar. Pero cuando el sultán Abdulhamit envío un regimiento para someterlos, los soldados confraternizaron con los insurgentes. Y cuando el sultán ordenó a una división de élite que los atacase, también ésta decidió no acatar las órdenes. En pocos días el ejército otomano estaba si no en estado de rebelión declarada, al menos en estado de insumisión.

Incapaz de atajar el movimiento, el monarca no tardo en sacar las pertinentes consecuencias. En vez de esperar la conquista de su capital y su propio palacio, se adelantó a los insurrectos despidiendo personalmente al Gobierno y llamando al poder a personalidades reformistas, anunció también que había decidido declarar vigente una constitución liberal que se había redactado muy al principio de su reinado, treinta años antes, para quedar suspendida después; a partir de ese momento iban a respetarse las libertades básicas, se abolía la censura y se convocaban elecciones libres.

En la mayoría de las provincias hubo una explosión de júbilo. En Salónica, una de las primeras ciudades en caer en manos de los revolucionarios, recibieron como héroes a Niyazi y Enver, y éste -¡un joven de veintisiete años!- declaró subido en una tribuna, ante la multitud rebosante de gozo, que a partir de ese momento ya no habría en el imperio ni musulmanes ni judíos, ni griegos ni búlgaros, ni rumanos ni serbios, “pues todos somos hermanos y bajo el mismo horizonte azul nos vanagloriamos de ser otomanos”

Aunque a Botros lo alegraron esas conmociones, no tardó en dar rienda suelta a la inquietud. Cuando lo invitaron a tomar la palabra en una ingente reunión pública que se organizó en Zahleh, empezó por dar la enhorabuena a nuestros valientes soldados que han puesto su sangre al servicio de la libertad, pero, acto seguido, puso sobre aviso a sus compatriotas con las siguientes palabras:

No podéis ignorar que desde hace mucho los pueblos de la tierra nos miran con desdén y desprecio. Nos consideran seres indecisos, carentes de principios morales. Comparan sus avances y nuestro atraso, su gloria y nuestra humillación, su desarrollo y nuestra decadencia. De forma más general, dicen de nuestra impotencia cosas que duele oir. Cuando teníamos que haber respondido a estos ataques, nos parapetamos tras la tiranía para decirles a los demás pueblos y decirnos a nosotros mismos: “¿Qué queréis que hagamos si tenemos este régimen?”.

Hoy no contamos ya con esa disculpa. Y me da la impresión de que el mundo entero nos está mirando y se dice: “El pueblo otomano ya no está encadenado; ha dejado de existir el pretexto que alegaba para disculpar su atraso. ¡Veamos que hace ahora!”. Pues bien, si transcurre cierto tiempo sin que demos alcance a los pueblos avanzados, estos ni siquiera nos miraran ya como a seres humanos. Se convencerán de que sólo nos crearon para la humillación y el sometimiento y se abalanzarán sobre nuestros bienes y nuestros intereses para devorarlos…

Es curioso que Botros estuviera tan preocupado siendo así que la revolución no estaba aún sino en sus primeros balbuceos. No cabe duda de que se debía a su visión de la sociedad de su tiempo, visión de la que ya he hablado y, según la cual, si los dirigentes están corrompidos es porque la población lo está no menos…Pero había otra razón más inmediata: ya estaban sucediendo los acontecimientos muy graves que no anunciaban nada bueno.

Pues si bien el monarca se había doblegado, cómo hábil político, ante las exigencias de sus enemigos victoriosos, bajo cuerda había empezado a llamara a filas a todos aquellos a quienes preocupaban las alteraciones. En los ambientes apegados a la tradición , a los agentes del sultán-califa no les costo nada extender la idea de que aquellos revolucionarios eran ateos e infieles que intentaban socavar los cimientos de la fe para poner en su lugar innovaciones diabólicas importadas de Occidente. Les decía que para convencerse de ello bastaba con mirar a las mujeres. Hasta ahora se habían vestido pudorosamente, pero de repente empezaban a andar por la calle enseñando la cara y a opinar a voces, igual que los hombres…¡El califa había tenido que publicar un firmán especial para llamarlos al orden!

Por lo demás, cuchicheaban los enviados del monarca, fijaos en quienes han aplaudido ese movimiento desde el primer día: ¡armenios, cristianos de Siria, griegos y claro está, los de Salónica! La última palabra la acompañaban de un guiño y el mundo entendía: los judíos. En el entorno del sultán se acusaba también a los ingleses, los italianos y, sobre todo, los masones.

Todo ello no era falso más que a medias. Es cierto que el movimiento había nacido en Salónica, lo que no había extrañado a nadie; dentro del Imperio, esa ciudad era la capital de las Luces. Allí estaban los mejores colegios; existía incluso una competencia entre las diversas comunidades religiosas, cada una de las cuales se jactaba de brindar una enseñanza mejor que las demás. Y la palma de la exquisitez le correspondía sin duda a la menor de ellas, a la más curiosa, a aquella cuya existencia ignoraba la mayoría, tanto en el Imperio otomano como en el resto del mundo: los sabatianos, adeptos remotos de Sabbatai Sevi, que se proclamó Mesías de Esmirna a finales del año 1665. Despertó una enorme esperanza en todas las comunidades judías, desde Túnez hasta Varsovia, pasando por Amsterdan , y también intranquilizó a las autoridades otomanas, que lo intimaron a escoger: o se convertía al islam o lo ejecutaban. Prefirió conservar la vida, “llevó turbante y se hizo llamar  Mehmet efendí”, como cuentan las crónicas de la época. En el acto, cuantos habían creído en él lo abandonaron: hay historiadores que opinan que fue por esa traumatizante desilusión por lo que muchos judíos se desviaron de la espera mesiánica para dedicarse, en adelante, a los asuntos temporales.

Tras morir Sabbatai, en 1676, sólo se seguían siendo fieles alrededor de cuatrocientas familias de Salónica. En turco las llamaron durante mucho tiempo dönme, “los que se han dado la vuelta”, es decir, que se han “convertido”, apelativo no poco desdeñoso que en los últimos tiempos, se ha desartado para usar sencillamente la de “salónicos”. Conservan éstos imprecisas referencias a ese pasado suyo tan agitado y su auténtica fe es ahora laica; ya lo era claramente a finales del siglo XIX.

Si tengo interés de hablar de esos hombres es porque desempeñaron, sin pretenderlo, aunque no ciertamente por causalidad, un papel insustituible en la difusión de las nuevas ideas dentro del Imperio. Fue de hecho en uno de sus centros, que fundó y dirigió un tal Chemsi efendi, en dónde un muchacho llamado Mustafá Kemal –el futuro Ataturk- cursó la enseñanza primaria. Su padre Alí Reza, no quería que la instrucción de su hijo se limitase a la escuela coránica tradicional, deseaba que asistiera a una escuela capaz de impartir una enseñanza “a la europea”

Y de esa chispa nació una poderosa hoguera.

¿Cómo pudo un movimiento mesiánico del siglo XVII morfosearse, dos siglos después, en un candente vector de laicismo y modernidad. Es un asunto que lleva años fascinándome y cerca de cuyas orillas he andado siempre, de la misma forma que nos paseamos pensativos por la playa; pero nunca me he adentrado en él; ni tampoco ahora voy a adentrarme, pues no van por ahí mis orígenes. Dicho lo cual, intuyo –o, al menos, creo notar con mis antenas de forastero perpetuo y de persona perteneciente  a una minoría- lo que pudo ser la existencia de esas cuatrocientas familias sabatianas que para los musulmanes no eran musulmanas en realidad; que para los judíos tampoco eran totalmente judías,; y que para los cristianos eran doblemente infieles. Remontarse por encima de las adscripciones limitadas debió de parecerles  el camino más noble y generoso para salir del atolladero. Y fue menester que la comunidad se encauzara precisamente por él un buen día, en vez de tirar por otro. Habría podido también ovillarse y volverse completamente rígida para protegerse de la desintegración.

La salvación del alma de los sabatianos fue –al menos así lo veo yo- en primer lugar el espíritu que les había infundido el fundador. Todo el mundo hizo befa de él porque puso la vida por delante de la fe; si se piensa en ello con calma, no se le puede quitar por completo la razón. La vocación de las doctrinas es servir al hombre. Y no al revés. Por supuesto que podemos respetar a quienes se sacrifican por un ideal, pero hay que admitir también que en el curso de la Historia se ha sacrificado demasiada gente por malas razones. ¡Sea bendito quién eligió la vida! ¡Sí, bendito sea el instinto humano de Sabbatai!

El otro factor que, desde mi punto de vista, desempeñó un papel primordial en la evolución de los sabatianos es precisamente Salónica, una ciudad en la que existía ya una interminable serie de comunidades religiosas y lingüísticas, todas ellas minoritarias, todas ellas más o menos toleradas y todas más o menos marginales, como la mayoría no tenían intención de predominar, competían entre sí en saber; también en riqueza, por supuesto, pero eso sucede con mayor frecuencia. Ese entorno evitó que los sabatianos se fosilizaran y los movió a implicarse en cuerpo y alma en sus escuelas.

Lo que quisieron hacer los sabatianos en Salónica es más o menos lo que quisieron hacer por los mismos años y por razones comparables hombres como Jalil y Botros: difundir en su entorno las Luces del saber para que Oriente diera alcance a Occidente y el Imperio otomano llegara a ser un día un gran Estado moderno, poderoso, próspero, virtuoso y plural; un Estado en el que todos los ciudadanos tuvieran los mismos derechos fundamentales, cualquiera que fuese su filiación religiosa o étnica. Algo así como el sueño americano en las tierras de Oriente para personas pertenecientes a una minoría, generosas y desnortadas.

Amin Maalouf
Orígenes
Alianza Editorial
Madrid, 2007
Capítulo 22, página 127

Ese ideal lo compartía en Salónica buena parte de la población que recibió con entusiasmo la revolución de 1908. El Comité para la Unión y el Progreso, al que pertenecían los rebeldes, tenía mucha mayor implantación en esa ciudad que en el resto del Imperio; contaba efectivamente entre sus miembros con sabatinos, judíos “normales”, vecinos de nacionalidad italiana, búlgaros y también albaneses musulmanes –como Nisayi- , circasianos y muchos turcos –como Enver, el principal rebelde oficial-. Pero al sultán y sus partidarios  les resultaba fácil señalar con el dedo a los elementos no autóctonos y preguntarle al buen pueblo con qué derecho esa gente que siempre había estado sometida al sultán-califa se permitía ahora inmiscuirse en los asuntos del Imperio. En lo referido a los miembros musulmanes de la cofradía, los partidarios de la tradición daban a entender que eran todos unos masones y, en consecuencia,, unos ateos y unos renegados.

También en esto había una mezcla de verdad y mentira, puesto que las logias de Salónica –sobre todo las logias italianas- habían desempeñado efectivamente un papel significativo en la gestación y la difusión de las ideas revolucionarias.

Pero no hay que sobreestimar dicho papel; esa aspiración al cambio, a la liberación, a la reacción, al “despertar de Oriente” llevaba ya décadas germinando en varias provincias del Imperio, e incluso en mi pueblo; no había necesidad alguna de que se la “inventase” una noche en Salónica una reunión de masones italianos.

Pero la labor de zapa que habían emprendido los agentes del sultán cuajó entre la población y el ambiente se fue deteriorando; y tanto fue así que, en abril de 1909, ocho meses después de haber cedido ante los sublevados, a Abdulhamit le pareció que había llegado ya el momento propicio pata volver a hacerse firmemente con las riendas. Proliferaron a la sazón por todo el Imperio acontecimientos sospechosos que se achacaron en aquel momento a los esbirros del monarca, hipótesis que no se puede descartar, aunque a decir verdad, no haya seguridad de nada. Las alteraciones más serias ocurrieron al sureste de Anatolia, y sobre todo en la ciudad de Adana, en donde estallaron revueltas que tomaron un giro claramente antiarmenio y acabaron en matanza, una primera matanza de envergadura que no fue la última.

Unos días más tarde, hubo una manifestación de soldados y sacerdotes partidarios de la tradición en la propia Constanttinopla, a las puertas del palacio imperial, para exigir que se volvieran a “implantar los valores auténticos”. Lincharon por la calle a algunas personalidades reformistas; otras –ministros en su mayor parte- tuvieron que pasar a la clandestinidad. El sultán dejo constancia de que el gobierno de los jóvenes Turcos había dejado de existir y anunció que se doblegaba ante la voluntad de un buen pueblo al suspender la Constitución. Podemos suponer que no tuvo que violentarse demasiado para hacerlo…
Pero entonces sucedió, igual que en julio de 1908, lo que nadie tenía previsto, unas cuantas unidades del ejército movidas por esos mismos Enver y Niyazi, marcharon de Salónica sobre Constantinopla, aplastaron la contrarrevolución casi sin pelea y tomaron el palacio imperial. En el acto, la mayor autoridad religiosa del país, el cheik-ul-islam, hombre favorable a las tesis reformistas, proclamó una fatwa en la que opinaba que había que destituir a Abdulhamit “por tiranía, asesinato, rebelión armada y violación de la sharia”, volviendo así, como quien dice, contra el califa sus propias armas. El parlamento, que se reunió ese mismo día, escuchó la lectura de ese texto y lo aprobó como un solo hombre.

Para anunciar al soberano que estaba destituido, el congreso le envío una delegación de cuatro diputados: dos musulmanes, un cristiano armenio y un judío. Proporción tanto más significativa cuanto que éste, Emmanuel Carasso, era, además, un alto dignatario masón de Salónica. Por lo demás, fue en esa ciudad donde encerraron, bien vigilado, al depuesto soberano; en una morada suntuosa, sí, pero encerrado.

Uno de sus hermanos llamado Rashad, lo sustituyó en el trono con el nombre de Mehmet V. Lo decían partidario de los Jóvenes Turcos o, al menos, poco partidario de enfrentarse a ellos.

Botros celebró su subida al trono con un poema que tuvo, ese año, gran repercusión.

¡Saludo la era de Rashad, que restaura nuestra edificación que habían derribado!
Saludo las espadas de Niyazi y Enver, saludo a la cofradía que las desenvaino.
Saludo a los hombres libres de todas las comunidades…

Al parecer los partidarios de la revolución recitaban esos versos sacando pecho no solo en Zahleh, sino también en Beirut, en Damasco, en Alepo e incluso en Constantinopla, aunque eso no quería decir que supieran quien era el autor.

Si los muertos no mueren del todo y si mi abuelo está en este momento en la habitación, cerca de mi, mirándome mientras revuelvo su archivo, quizá desea que detenga aquí las citas y pase a otro capítulo. Porque me estoy acercando a un terreno en el que no le habría gustado que me metiera. Y yo también, por lo demás, preferiría no tener que meterme en él. Pero, si estoy en enfocar al olvidado abuelo con un haz de luz, eso tiene un precio, y no se puede llevar la verdad atada a una correa. No puedo, pues, ahorrarme al decir que, antes de saludar así a los derrocadores de Abdulhamit, mi abuelo había cantado más de una vez las alabanzas de ese sultán en sus cuadernos.

Cuento las veces, a fuer de exacto… Encuentro ocho menciones elogiosas, o al menos diferentes. Si hubiera buscado más a fondo, habría encontrado más. No voy a citarlas todas, pero tenía que poner ésta, sacada de una alocución pronunciada en Zahleh:

Por descontado que la primera y la última alabanza deben ser para quien se halla en los principios de todas las acciones benefactoras, Su Majestad Abdulhamit Jan, nuestro venerado soberano, hijo de sultán, cuyo floreciente reinado prolongue Dios…

Algo más adelante, estos versos:
Si buscas de que metal está hecha la virtud,
Mira hacia donde está la familia otomana.
El destino, tantas veces cruel, se mostró bondadoso
Al darnos por soberano a Abdulhamit…

En la página de al lado, estas palabras que Botros garabateó a lápiz:

Hay que cambiar este verso.

En otros cuadernos, mi abuelo refiere que el día en que le llegó la noticia de la destitución de Abdulhamit y la subida al trono de Mehmet Rashad, asistía a la representación de una obra de teatro llamada Saladino. Y que subió al escenario para pronunciar en nombren del pueblo otomano unas cuantas palabras sobre el monarca depuesto.

La gente le había confiado su vida, su honor y sus bienes, pero lo vendió todo a precio vil. Su nombre estará por siempre mancillado, pues, en vez de expulsar del reino la traición y la corrupción, envió a sus agentes para que extendiesen el odio y la sedición. Y por eso le digo a ese ser arrogante…

Vienen a continuación unos cuantos versos especialmente feroces, pero ya basta. Me quedo aquí. Tampoco quiero agobiar a mi abuelo sólo porque no tuvo tiempo de poner en orden sus escritos antes de morir, o porque sus palabras fueron cambiando a tenor de los vuelcos políticos. ¡Qué quien nunca haya cambiado le tire la primera piedra!

Porque se de el caso además de que aquel sultán, Abdulhamit, era un personaje complejo y ambiguo, acerca del que siguen discutiendo los historiadores. Todo mueve  a creer que cuando subió al trono tenía de verdad la intención de reformar el Imperio para convertirlo en un Estado moderno comparable a las potencias extranjeras que dominaban en el mundo de entonces. El ejercicio del poder lo fue haciendo más desconfiadio y más cínico; hay quien dice que perverso e incluso paranoico. Porque temía que las cosas se le fuesen de las manos, como suele suceder con frecuencia cuando un poder que lleva mucho tiempo siendo tiránico empieza a aflojar; a mayor abundamiento, la dinastía otomana estaba en una fase de decadencia acelerada e irreversible y ningún monarca, por hábil que fuera, podía ya invertir la tendencia.

En otra época, Abdulhamit podría haber sido un gran soberano; llegó demasiado tarde, pero pese a todo es, desde el punto de vista de la mayoría de los historiadores, el último sultán digno de ese título.

Pero dando de lado al monarca, quien me interesa es mi abuelo. Sus benevolencias, sus intransigencias y sus transigencias, sus indignaciones, sus titubeos. No pretendo defenderlo a toda costa, pero me parece que entre todas sus tomas de postura se daba una coherencia: mi abuelo, por principio, no era hostil al Imperio otomano. Le habría agradado mucho ver como se convertía en una monarquía constitucional en vez de desintegrarse. Se proclamaba con orgullo “ciudadano otomano” y soñaba con un extenso Estado de incontables tradiciones en donde todos los hombres fueran iguales, dando de lado la religión o la lengua, y donde ejercitaran sus derechos al cuidado de un soberano íntegro y bondadoso; dicho sultán constitucional habría podido incluso seguir siendo, de ser necesario, el jefe nominal de la “iglesia” mayoritaria, algo así como el rey de Inglaterra. No fue ésa la decisión de la Historia. “Nuestro” imperio se deshizo, como les sucedió al de los Habsburgo, en una polvareda de míseros Estados étnicos cuyo mortífero pulular causo dos guerras mundiales y decenas de guerras locales y ha corrompido ya el alma del milenio recién iniciado.

La Historia de equivoca con frecuencia; pero nuestra cobardía de hombres mortales nos lleva siempre a explicar doctamente porque fueron atinadas sus decisiones, porque fue inevitable lo sucedido y porque nuestros nobles sueños merecían irse al infierno.

domingo, 19 de mayo de 2013

¡CUBA FELIZ¡ LÁGRIMAS NEGRAS


Los elefantes de Aníbal: Mito y Realidad

Los elefantes de Aníbal: Mito y Realidad
 
18 de mayo 2013
 
 
Por Yozan Mosig
Aníbal cruzando el Ródano - Henri-Paul Motte (1894) paquidermos son una parte inseparable de la imagen de la gran general cartaginés Aníbal Barca, a pesar de que han participado en muchas menos compromisos que la mayoría de personas familiarizadas con su historia asumen. Pero vamos a examinar tres incidentes con elefantes con el fin de evaluar la exactitud de las fuentes clásicas.En el verano de 220 B.C.E. Hannibal luchó su primera gran batalla, no en contra de los romanos, pero frente a su lugar las fuerzas combinadas de tres tribus celtíberos en el noroeste de España, los Olcades, el vacceos y los carpetanos. En ese momento, el joven púnica general era fresco de haber sido nombrado comandante en jefe del ejército cartaginés en Iberia tras el asesinato de su hermano-en-ley, Asdrúbal el Bello, el año anterior. Volvía de una exitosa campaña contra la vacceos y la captura de su principal ciudad, Hermandica, cuando las fuerzas combinadas de los celtíberos tres tribus, que suman cerca de 100.000, descendieron sobre él para cerrarle el paso y aniquilar a su mucho más pequeño ejército. Aquí la mirada de Aníbal se manifestó por primera vez. Con una comprensión inmediata de los terrenos, la calidad del ejército enemigo grande pero indisciplinados, y las potencialidades de todos los componentes de su propia fuerza militar, que se retiró con rapidez a través del río Tajo y esperó a que el enemigo para atacar desde la otra orilla. Tenga en cuenta que sus elefantes, todo 40 de ellos, no tuvieron dificultad para rápidamente vadeando el río y se están desplegando en ambos lados de la formación cartaginesa. Una vez que los celtíberos perseguidores eran medio de la corriente, y por lo tanto comprometidos con la travesía, Hannibal desató su caballería para cortarlos en el agua, con quien logró llegar a la orilla ser pisoteado sin demora a la muerte por los elefantes. La masa de guerreros tribales entró en pánico y cuando huían Aníbal dio la orden a su ejército para cruzar el río en la búsqueda, completando la goleada de un grupo de más de dos veces el tamaño de su cuenta. La batalla del río Tajo ofrece una premonición de lo que vendría.Desde hace algún tiempo los romanos, alarmado por la prosperidad y el éxito de los cartagineses en España, estaban preparando el terreno para una reanudación de las hostilidades en contra de sus rivales en el Mediterráneo. El tratado del Ebro se había firmado con Asdrúbal el Bello en 226 o 225, en el que se estableció la frontera natural del río Iber (Ebro de hoy) para separar las esferas romanas y cartaginesas de influencia, con los cartagineses comprometiéndose a no cruzar el Ebro en los brazos . En violación del espíritu del acuerdo, Roma posteriormente firmó un convenio con el Ayuntamiento de Sagunto, al sur del Ebro y por lo tanto dentro del territorio cartaginés, y más tarde alentó a los saguntinos para masacrar a los partidarios cartagineses en la ciudad y para atacar el Turboleti, que eran aliados de Cartago. Aníbal respondió poniendo sitio a Sagunto y tomándola por sorpresa después de ocho meses, tiempo durante el cual la ayuda romana solicitado en repetidas ocasiones por los saguntinos no llegó a materializarse. La caída de Sagunto en 219 proporciona Roma con un casus belli para declarar una nueva guerra contra Cartago. La armada romana controla el Mediterráneo, después de la derrota de Cartago en la primera guerra, y por lo tanto los romanos no estaban preocupados por ser atacados por mar. Desde la península italiana estaba protegido contra una invasión por tierra desde el norte por la barrera natural infranqueable de los Alpes, que estaban seguros de que la guerra se libró en España y en el norte de África, la tierra de sus enemigos. Ellos no cuentan con el genio de Aníbal, el maestro de lo inesperado. Tomar una decisión estratégica sólida, decidió tomar un ejército de los Alpes y atacar desde el norte contra sus adversarios incautos. Esta proeza aún resuena en las páginas de la historia.En su camino a los Alpes, en el año 218, Aníbal tuvo que cruzar primero los Pirineos y el río Ródano. Fue allí que un segundo evento que involucra elefantes se llevó a cabo. Polibio (así como Tito Livio, que en gran parte se copia Polibio en la descripción de este incidente) nos dice que el cruce cartaginesa fue rechazada por una gran masa de celtíberos guerreros de la tribu Volcae, esperando en la orilla opuesta (al este). Lo que siguió fue la batalla del Ródano, donde la mirada de Aníbal fue una vez más en evidencia. Él envió a su lugarteniente Hanno con parte de su fuerza ascendente para vadear el río y atacar a los miembros de las tribus celtas de la parte posterior por sorpresa, después de dar una señal para coordinar el cruce de la fuerza principal. Atrapados entre la caballería de Hanno y el ejército cartaginés los guerreros indisciplinados huyeron en desorden. Pero seguía siendo un problema interesante: cómo llegar a los elefantes a través del río.Polibio y Tito Livio afirmación de que las barcazas tuvieron que ser construidos para transportar a los paquidermos sobre el Ródano, porque los animales se asustaron del agua. Se construyeron grandes balsas y se conectan a las rampas que fueron cubiertos con tierra para que los animales no se darían cuenta de que no estaban pisando tierra firme, y elefantes hembras se utilizaron para guiar a otros en las balsas. Una vez que cada balsa fue puesto en libertad, siendo remolcado hasta la orilla opuesta por pequeñas embarcaciones, los elefantes tienden a entrar en pánico, algunos de caer por la borda. Afortunadamente, no se ahogó, porque eran capaces de caminar sobre el lecho del río, con sus troncos como máscaras, y, finalmente, los 37 elefantes fueron ensamblados con éxito en la otra orilla. Cruce del Ródano de los elefantes fue el tema de una pintura bien conocida por Henri-Paul Motte mostrando elefantes en barcazas que se tira a través del río.Dos cosas están claras de dicha pieza sublime de tonterías: ni Polibio ni Livio sabían mucho sobre los elefantes y sus historias son fabricaciones imaginarias presentadas en el cuidado de los detalles, como relatado por lector actual testigos-advertencia. Lo que ni el historiador clásico fue en cuenta es que los elefantes no sólo no están aterrorizados de los ríos, pero se puede nadar y son realmente muy buenos nadadores! La destreza acuática de paquidermos habría sido bien conocido por los cartagineses, que había sido elefantes de capacitación para más de un siglo antes de las guerras con Roma. Por consiguiente, es muy poco probable que Aníbal hubiera intentado tal procedimiento complicado e innecesario para conseguir sus animales en el Ródano. Los romanos, por su parte, e incluso los griegos, habría sido menos probable que sea consciente de tales asuntos-Tito Livio y Polibio eran claramente desinformado.
 


Una natación del elefante El lector moderno puede disfrutar de impresionantes fotografías de la natación elefantes en elefante de Steve Bloom (Chronicle Books, 2006), o ver una muestra al hacer una búsqueda en Google de "natación imágenes de elefantes."Los elefantes sólo participó en una de las grandes victorias de Aníbal después de la travesía de los Alpes: la batalla del río Trebbia, en el año 218 antes de Cristo. La mayoría de los elefantes murieron por el frío que el invierno, y no tomaron parte en las batallas posteriores de Lago Trasimeno y Cannas.La única batalla en la que Hannibal supuestamente tenía un gran número de elefantes fue el de Zama, en el año 202 aC, cuando Polibio y Tito Livio afirman que él envió no menos de ochenta!
Pero, como veremos más adelante, este batallón paquidermo puede haber sido ficticia, como la mayor parte de la descripción de lo que las fuentes clásicas afirman sucedieron en Zama, como se demostró en un artículo de 2007 que aparece en el Diario Internacional de las Humanidades.
 
En primer lugar debemos preguntar, ¿cuántos elefantes hizo la ciudad de Cartago, que no apoyó un ejército regular, mantener? Si los cartagineses tenían una gran cantidad de elefantes de guerra capacitados que nos ocupa, habría tenido sentido para ellos para enviar a lo largo de un contingente considerable de los paquidermos, los tanques de la antigüedad, con Asdrúbal Gisgo, cuando marchó para detener la fuerza invasora de Escipión rodea Utica. Pero no leemos los informes romanos de los elefantes, ni uno solo solitario, acompañando a las fuerzas de Asdrúbal. Pero, sin duda, después de un ataque del chivato traidor de Escipión en el medio de la noche, quemando las tiendas de los soldados desprevenidos de Asdrúbal deje llevar por la complacencia con la promesa de la paz, el senado cartaginés habría ordenado a todos sus elefantes de guerra disponibles para marchar a enfrentar al enemigo despiadado en la batalla decisiva de las grandes llanuras que siguieron. Una vez más, los elefantes brillan por su ausencia. Naturalmente, todo lo que tenemos son las cuentas-la Romana trabajo de los historiadores cartagineses ya no están vigentes, después de haber sido convenientemente perdido o destruido intencionalmente en la quema de Cartago y sus bibliotecas en el año 146 antes de Cristo.De repente, Aníbal, que sólo había sido capaz de reunir un ejército improvisado para el enfrentamiento final en Zama, aparece con no menos de 80 elefantes, todas con mahouts y entrenado para la batalla. Esta brigada de paquidermos con toda probabilidad fue un invento de los historiadores pro-romanos, un poco de propaganda para que la victoria de Escipión parecer más formidable e impresionante. Ningún historiador hoy militar serio cree en ese número, como Richard Gabriel compartió en una comunicación privada. Tal vez en lugar de 80, había 18, o tal vez sólo ocho, o, más probablemente, ninguno.La acusación de los presuntos elefantes supuestamente abre la batalla, pero se nos dice que estaban asustados por los ruidos fuertes, escudo choque, trompetas, y lo que no. Esto tampoco tiene mucho sentido. Batallas antiguas normalmente comenzaron con fuertes gritos, escudo golpes y otras formas de intimidación, y por lo tanto una parte importante de la formación de los animales para ser utilizados en el ataque a las posiciones enemigas habrían consistido en acostumbrar a este tipo de sonidos.Entonces, se dice que los elefantes ya sea correr a ciegas en corredores que quedaron pendientes en la formación romana con el fin de dirigir a los animales para pasar inofensivamente a través de-Escipión supuesta "solución" de que el problema planteado por un elefante de carga o entraron en pánico y se volvió contra el propio ejército de Aníbal, causando estragos con su caballería en los flancos. Esto también no se sostiene contra el escrutinio lógico. Puesto que los animales realizan mahouts en la espalda, además de uno o más guerreros armados, y los animales fueron entrenados para responder a las órdenes o presiones de sus jinetes, que seguramente se han dirigido hacia un lado u otro para pisotear a los hombres los bordes de dichos pasillos abiertos. Además, como Haywood (1933) y Scullard (1974) señalan, no es creíble que los elefantes arrasa harían mucho daño volverse contra su propio lado, debido a que los mahouts realizaron un martillo y un cincel para matar a ningún elefante fuera de control , como fue el caso en la batalla del Metauro (Livy 27:49). Dicho sea de paso, también puede no ser argumentado que se trataba de elefantes mal entrenados, porque si Cartago no envió a ningún elefante con Asdrúbal Gisgo a Utica oa la gran batalla Llanos, habría tenido a su disposición toda su restante paquidermos entrenado, mientras que tenía la ciudad agotado su oferta no habría sido el tiempo, entre el Great Plains batalla y Zama, para capturar y entrenar más.Elefantes en la batalla de Zama Pero no debe sorprendernos que los elefantes en Zama eran de ficción, la investigación reciente ha cuestionado la historicidad misma de la propia batalla. Se remite al lector al libro de Abdelaziz Belkhodja Hannibal Barca: L'histoire verdadera, así como a mis dos artículos anteriores sobre la batalla de Zama hasta en el sitio web TheHistoryHerald. También se recomienda la reciente novela de Laura Fernández-Montesinos, Aníbal, El Rayo de Cartago, que reconstruye magistralmente la creación de un engaño para las edades.
 



Referencias:Belkhodja, A. Hannibal Barca: L'histoire verdadera. Tunis, Túnez: Apollonia, 2011.Fernández-Montesinos, L. Anibal, El Rayo de Cartago. Granada, España: Ediciones Dauro, 2013.Haywood, M. R. Estudios de Escipión el Africano. Baltimore: Johns Hopkins University Press, 1933.Livy (Foster, trad.). Historia de Roma: Books 21-22 (Loeb Classical Library). Harvard.Mosig, Y y yo Belhassen. "Revisión y reconstrucción en la segunda guerra púnica: Zama-cuya victoria" El Diario Internacional de las Humanidades, 5 (9), 2007, 175-186.O'Bryhim, S. "Los elefantes de Aníbal y el cruce del Ródano", The Trimestral, Nueva Serie Clásica, 41:1 (1991), pp 121-125.Polibio (Paton, trad.) Las Historias (Loeb Classical Library). Harvard.Scullard, HH El elefante en el mundo griego y romano. Ithaca, NY: Cornell University Press, 1974.© 2013 por Yozan MosigYozan-Mosig-miniAbout El AutorYozan Mosig es profesor de Psicología en la Universidad de Nebraska-Kearney y tiene un profundo interés en la historia antigua, sobre todo el período de las Guerras Púnicas, que ha estado investigando durante los últimos 15 años. Su Biblioteca Hannibal contiene más de 6500 artículos. Leer más sobre Yozan »Artículos relacionados• Yozan Mosig• Hannibal: Desafiando The Record Clásica• Aníbal y las Guerras Púnicas: Sinopsis y Antecedentes Históricos• El Misterio de Cannas: Re-examinar la mayor victoria de Aníbal• La magia de Cannas: Ariete Versus Quicksand• Cannas Consecuencias: Los mitos Maharbal y Capua• El imperialismo romano y los perros de la guerra: Los orígenes del conflicto Antigua Con Carthage• El camino hacia Zama: La heroización de Escipión y la traición de Massinissa• El problema con Zama: Paradox, Smoke and Mirrors en un antiguo campo de batalla• A Matter of Hatred: El mito de Juramento de Aníbal
Nota: Este artículo fue publicado originalmente en idioma Inglés en The History Herald el 18 de mayo de 2013.