sábado, 10 de agosto de 2013

Tanzimat


 
Tanzimat

 Francisco Javier Chaín Revuelta

 
Asomado en el infinito agujero de la enciclopedia virtual (Aleph premonitorio) escuché la voz Tanzimat. El árabe la escribe تنظيمات  y la semántica turca entiende reglamentos. La historia la identifica como el período de 1839 a 1876, cuando la Puerta Sublime, cedió tradiciones ante afanosas armas franco-inglesas por imponer su cruel modelo capitalista colonizador al que han querido llamar modernidad ¡Dicen que hay progreso compadre! Más atrás en el tiempo, durante el  XVII, el Imperio Otomano sufrió una serie de derrotas militares, primero por parte de los Habsburgo, y años más tarde, a manos de Rusia, por las que perdió la Península de Crimea, la zona norte del Danubio o el este del Dniéster. Por otro lado, los gobernantes de las provincias del norte de África y Asia gozaban de un gran margen de independencia respecto del gobierno central. Ante esta situación de declive hubo dos corrientes ideológicas que intentaron dar una explicación a este fenómeno, y a la vez intentarán aportar propuestas para que la crisis imperial no se agudizase aún más. Una corriente tradicional sostenía que el problema radicaba en las instituciones otomanas, por lo que plantearon la vuelta a los modelos del siglo XV, otros (¡los modernos compadre!) hicieron hincapié en que la Sublime Puerta estaba atrasada en relación con las potencias europeas. La presión franco-inglesa se concreto a favor de lo “moderno” con una serie de reformas que se prepararon desde el sultanato de Mahmud II. La idea principal del Tanzimat fue la integración de todos sus habitantes, sin tener en cuenta sus creencias religiosas; y el ofrecimiento de un mínimo de seguridad, hacienda o pago de impuestos basados en sistemas europeos. Entre las reformas la del servicio militar buscaba la igualdad ciudadana otomana para menguar sentimientos nacionalistas que brotaban en las provincias de la Puerta Sublime, como el caso egipcio liderado por Muhammad Alí. Políticos otomanos que habían trabajado para embajadas de los países occidentales, exportaron ideas de dichos países para incorporarlas a los reglamentos turcos, los departamentos gubernamentales se transformarán en ministerios, con un funcionamiento basado en el sistema occidental. Hubo reformas políticas y militares, entre ellas, la que fue causa importante para la desaparición del imperio, la supresión de los jenízaros a cambio de la “modernización” del  ejército. Se incrementaron inversiones extranjeras y préstamos para introducir telégrafos y ferrocarriles. Pero ¡El progreso compadre! ¡Cuesta más de lo que vale! Las estructuras bélicas modernas eran caras, había que pagar impuestos más altos para el mantenimiento de dicha fuerza, por lo que se necesitó una burocracia fiscal preparada y eficaz, a la vez que capacitación para formar funcionarios para el Estado y oficiales para el ejército. El resto de las reformas también costaron mucho dinero, lo que llevó al Imperio otomano a hipotecar su futuro económico, siendo obligados a contratar préstamos a las naciones europeas, quienes conscientes de la incapacidad turca de asumir tales deudas, llevaría los Estados europeos a controlar la  economía turca, lo cual, era el objetivo central capitalista, la colonización del imperio y la repartición de sus provincias entre los franco-ingleses. Otra  intromisión de  los imperios europeos sobre el turco fue el Edicto de la Cámara Rosa, el Edicto de Gülhane (Gülhane Hatt-ı Şerifi) promulgado el 3 de noviembre de 1839, que fue corroborado por el Edicto Imperial (Islahat Hatt-ı Hümayunu o Islahat Fermanı) de 18 de febrero de 1856, y que consistió en dar los primeros pasos para dotar a todos los ciudadanos otomanos, independientemente de su religión, de una igualdad de derechos. Los defensores de la costumbres y tradiciones se opusieron pero tuvieron que acatarlo como imposición del estilo y costumbre europeo, que a pesar de la proclamada igualdad, los europeos se reservaban siempre privilegios sobre todos los demás, haciendo cada día más presente su opresión sobre la vida de los otomanos. Por su parte Rusia no se mantuvo indiferente a las reformas turcas, y ante la posibilidad de la caída del Imperio otomano, el zar Nicolás I forzó la situación hasta provocar la Guerra de Crimea, en la que caería derrotado el propio zar, gracias en gran medida a la alianza franco-inglesa (que entraron en la guerra para frenar el avance ruso hacia el Mediterráneo) y a la negativa de Austria a intervenir en la guerra en pos de la causa rusa. La peor parte fue para los turcos, que en pleno proceso de reconstrucción estatal y sumergidos en una crisis económica, se encontraron con la obligación de financiar una guerra, lo que agravó su situación financiera, a la par que lideró el capítulo de bajas humanas junto con Rusia. La contienda finalizó oficialmente con el Tratado de París, donde los turcos son liberados de toda injerencia rusa en sus territorios, pero a su vez, tuvieron que ceder parte de sus derechos en los estrechos del Bósforo y de los Dardanelos. Las tensiones provocadas por la Tanzimat llegaron por todas las direcciones, tanto en los que creían que las reformas no llegarían demasiado lejos, como los detractores de las mismas, un sector conservador que no veía más que efectos negativos en los cambios que se estaban dando en el seno de la sociedad turca. En este contexto se llegó a la década de 1860, donde un grupo de jóvenes, conocido como Jóvenes Otomanos, pidieron nuevas reformas y una Constitución, y que llegó en 1876, aunque fue anulada dos años más tarde. Desde ese momento y hasta 1908 siguieron una serie de conspiraciones contra el gobierno, desembocando en una revolución militar y la caída del sultán Abdulhamit II, con la restauración de la Constitución de 1876, seguida de reformas más radicales que las de la pasada centuria. Pese a la pérdida de gran parte de sus provincias durante el siglo XIX y principios del XX (Grecia, Serbia, Valaquia, Macedonia, Moldavia, Albania, parte de Bulgaria, Argelia, Libia, Túnez y Egipto), nadie se imaginó el colapso que sufriría el Imperio tras la I Guerra Mundial. El gobierno cometió el error de aliarse con los Imperios Centrales, y el saldo fue la pérdida de todas las provincias asiáticas, excepto Anatolia. En 1920 se firmó el Tratado de Sèvres, por el que no sólo perdió las provincias árabes, sino que sufrió la división de Anatolia. Paralelamente, apareció un movimiento nacionalista liderado por Mustafa Kemal Atatürk, que llevó a cabo una resistencia armada contra los griegos, que durante la I Guerra Mundial habían invadido el Imperio otomano. A su vez, el sultán abdicó el 1 de noviembre de 1922, desapareciendo la dinastía otomana, lo cual puso punto final al Imperio otomano y dio paso a la República de Turquía, cuyo líder sería Ataturk.

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