Educación y
pensamiento crítico en tiempos
peligrosos
Tito Chaín
A conferencias sobre reforma
educativa algunos expertos no son invitados. En estos tiempos y en esta
sociedad los políticos más poderosos y los megaricos hablan de libertades, pero
cuando se ejercen ya no les gusta, ponen gritos en el cielo e inmediatamente
lanzan masiva y brutal represión hasta
sus últimas consecuencias.
En estos tiempos hay muchas
señales, algunas estimulantes y otras funestas. Vivimos una gran contradicción
al tratar de cambiar el sistema educativo y al mismo tiempo vivir dentro de una
sociedad que propaga valores culturales, políticos y sociales diametralmente
opuestos de los que se enseñan en la escuela. Esta es una contradicción que el
educador progresista y democrático debe abordar y no esquivar como lo hace (y
da coraje) lo que llaman la reforma educativa. Se ha mostrado que el concepto
de educación progresista y democrática no se puede separar del concepto de la
política y del cambio político.
Los medios y la sociedad, los
megaricos y los políticos poderosos, primero le quitan toda la fuerza a la
crítica. Cuando se quedan sin argumentos (casi siempre) acusan (antes de tirar
zarpazos) a críticos con frases corrientes, comunes y sin seso: “Está en contra
de todo y a favor de nada” “Es un radical” “Es un resentido social” Si el
crítico fuera igual de corriente respondería usando los mismos groseros
términos “Está a favor de todo y en contra de nada” “Es un conservador” “Es un
explotador” “Es un privilegiado social”
Los megaricos y los políticos
poderosos no van a criticar las pruebas estandarizadas ni la categorización de
niños ni la privatización del espacio público ni la embestida contra los
maestros y su movimiento sindical. Lo que quieren imponer en su reforma educativa
es una “dieta” sin chiste. Esto es un primer problema que ya está en las
calles.
Un segundo problema en tal
“reforma” es no abordar el hecho de que el sistema educativo sirve a la
sociedad de modos sutiles y de modos francos. Por eso toda escuela en toda
sociedad es un microcosmo de esa sociedad, de alguna forma la representa. Eso
es tan común que de tanta costumbre pasa desapercibido, pero si se presta
atención se pueden observar varias escuelas para ricos con clases de 15
alumnos, alta tecnología, maestros bien preparados y un ambiente plácido. Pero
en los municipios, en los barrios, las clases son de 85 alumnos, sin aparatos y
con salones indescriptibles. Y en el campo y en comunidades apartadas no
existen escuelas y si acaso hay escuela ésta no tiene maestros. Aunque una
persona no supiera nada de los problemas de la educación, vería claramente que
una escuela está preparando a los alumnos para manejar la sociedad; las otras
escuelas los están preparando para trabajar en las fábricas, supermercados,
fincas y comercios, y para la prisión.
Es pura fantasía querer separar
la educación democrática y progresista de las desigualdades atroces de nuestras
escuelas, de la memorización embrutecedora, de la separación de los niños por
categorías, del castigo, No se cambiará nada si no se abordan las desigualdades
sociales reinantes. Estamos viviendo una de las formas más crueles de eso en la
preparación de los niños y jóvenes para la esclavitud, el desempleo y la
delincuencia.
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