jueves, 7 de febrero de 2013

Saladino


Saladino

Tito Chaín

La Primera Cruzada dio inició a las campañas militares, peregrinaciones armadas y expansión colonial de Europa hacia Medio Oriente entre los siglos XI y XII hasta que les puso fin “El que hace justicia” José hijo de Jacob, el sultán Salah al Din Yusuf Ibn Ayyub.

Aprovechando la llamada de auxilio del Emperador bizantino Alejo I Comneno, enfrentado con los turcos selyúcidas, el papa Urbano II predicó en 1095 a los diferentes estados cristiano-romanos de Europa Occidental la conquista de la llamada Tierra Santa, movilizándose para tal efecto un ejército organizado e inspirado por el ideal de la Guerra Santa y liderado por nobles principalmente provenientes del reino de Francia y del Sacro Imperio Germánico, que fue nutriéndose en su avance de caballeros, soldados y numerosa población, hasta transformarse en un fenómeno de migración masiva. Los cruzados al penetrar en el Sultanado de Rüm fueron vistos como rareza por lo civilizados habitantes de las tierras de la Media Luna, quienes al enfrentar a tales bárbaros (francos, franchutes, les llamaron) No entendían el fanatismo de quienes adorando dos leños perpendiculares venían, según ellos, a “rescatar” Jerusalén e hipotético sepulcro de manos de los infieles.

En 1099 los francos con la fuerza de las armas penetraron Jerusalén cometiendo horrible masacre con sus habitantes “La sangre nos llegaba a las rodillas” así se jactaron tales cristianos, 88 años después, cuando Saladino era dueño y señor de Egipto, Siria, Mesopotamia y todo Medio Oriente, se produjo el enfrentamiento final, en 1187 junto a unas colinas llamadas los Cuernos de Hattin. En la batalla, los ataques de la caballería ligera y los arqueros sarracenos hicieron que el ejército cruzado se retrasara en su idea de llegar al lago Tiberíades y hubo de acampar en la llanura de Maskana. Finalmente sedientos y sin fuerzas, fueron derrotados. La victoria fue total para Saladino. Había destruido casi la totalidad de las fuerzas enemigas, había capturado a los principales caudillos (el rey Guido de Lusignan, Reinaldo de Châtillon, el gran maestre de la Orden del Temple, Gérard de Ridefort...), había capturado o eliminado a la mayoría de los caballeros de las órdenes religiosas (incluyendo a Roger de Moulins, gran maestre del Hospital)

A finales del siglo XII (tercera cruzada) algunos de los más grandes príncipes cristianos del momento, como Ricardo Corazón de León, rey de Inglaterra y duque de Normandía, llegaron a Palestina con el fin de hacer frente a un sultán, a Salah al Din, y al no poder vencerlo pactaron con él conformándose con el control de unos pocos enclaves costeros (para el comercio) y el libre acceso para visitar los santos lugares de Jerusalén. De Saladino la tradición se quedó con su eficacia, cortesía, sabiduría y caballerosidad, apareciendo en todo relato como un gran señor como en La Divina Comedia de Dante (junto a Sócrates y otros ilustres) o en los capítulos XXV y L de El Conde Lucanor.

Los cruzados, franchutes, fanáticos, imperialistas, no desaparecen. Este siglo XX otra vez han ocupado Jerusalén para atacar, destruir, masacrar a la población Palestina y apoderarse de Medio Oriente. Es aberrante que aún hoy se acuse a los islamistas de querer “Guerras Santas” cuando está muy claro quienes hacen desde Urbano II las “guerras santas” más allá de sus fronteras, son los yanquis, francos, ingleses y sus países lacayos.

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