AMIRAT AL-ANDALUS DE AHMAD
SAWQI (*)
Por: MARÍA SOL CABELLO GARCÍA
La
caída de la España musulmana se ha convertido en un símbolo al que alude con
frecuencia la literatura árabe moderna. Un ejemplo representativo a este
respecto lo encontramos en la obra Amirat al-andalus (La princesa de al-Andalus)
del poeta y dramaturgo egipcio Ahmad Sawqi (1868-1932) (1).
Amjrat
al-Andalus figura entre los seis dramas históricos que este autor compuso sobre
temas egipcios, árabes e islámicos (2). Como la mayor parte de su producción
teatral, lo escribió en la última etapa de su carrera literaria, aunque parece
que fue durante su estancia en España cuando Sawqi tuvo oportunidad de reunir
parte del material con el que más tarde crearía esta obra (3).
La
acción se desarrolla en cinco actos y abarca desde los últimos años del reinado
de al-Mutamid hasta su destierro en Agmat, tras la toma de Sevilla por los
almorávides.
Para
construir el argumento, el autor se ha basado, según hemos podido comprobar, en
los datos y anécdotas históricas que recoge al-Maqqarí y ha recreado la
biografía de este rey con un claro estilo románico.
El
resto de los personajes están asimismo inspirados en figuras históricas que
formaron parte de la vida y la leyenda de al-Mutamid. Entre todos ellos, ha
sido tratado con especial atención el de la princesa Butayna, protagonista de
la historia de amor que se narra en este drama y personaje que da título a la
obra.
Para
crear el personaje literario de Butayna, Sawqi se basa en una breve noticia que
nos transmite al-Maqqarí. De ella nos dice este autor que recordaba a su madre
Rumaykiyya por su inteligencia, su belleza, y su habilidad para componer
versos. Y después describe la situación en que se vio tras la caída de Sevilla:
Cuando
los almorávides tomaron la ciudad, la princesa pensó huir, pero cayó en manos
de un hombre que, ignorando su condición, la vendió a un comerciante. Este
pensó ofrecérsela como concubina a su hijo, pero la joven, viendo la honradez
de los que la habían recogido, se decidió al fin a decir quién era y a exigir
un contrato matrimonial para cohabitar con él. Como para ello se necesitaba la
autorización de sus padres, pidió a sus dueños que les llevasen a Agmat unos
versos y esperasen la respuesta. Cuando los versos de Butayna llegaron a
al-Mutamid, éste y Rumaykiyya se alegraron de saber con vida a su hija y
consintieron el matrimonio opinando que, dadas las circunstancias, era lo mejor
que Butayna podía desear (4).
A
partir de este relato sobre la boda de la princesa Butayna, Sawqi ha construido
la intriga amorosa de su obra. Sin duda ha sido también esta misma noticia
histórica la que utilizó el autor para crear el personaje de Hassün, un joven
de quien se enamora Butayna en el zoco de los libros de Córdoba, y el de su
padre, el comerciante sevillano Abu-I-Hasan.
Junto
a estos personajes principales, aparecen otros, también históricos, entre los
que destacan al-Zafir, hijo primogénito de al-Mutamid y Rumaykiyya, cuyo
nombre completo era Abbad Siráy al-Dawla (5); el héroe Hariz, que se
corresponde con el personaje histórico de Hariz ibn Ukasa, el cual, según cuentan
las crónicas, tomó Córdoba en 1075 en nombre de al-Mamun de Toledo; el judío
Ibn Salib, recaudador de tributos del rey Alfonso VI; y al-Bazi ibn al-Ashab,
al que citan las fuentes como un famoso bandido de al-Andalus que ha pasado a
formar parte de su leyenda.
Encontramos,
además, a lo largo del drama, algunas referencias a hechos históricos como la
batalla de Zalláqa, las rebeliones en el Magreb, o la toma de Toledo. Sin
embargo, el autor no describe en ningún momento estos sucesos ni hace
referencia exacta al lugar y al tiempo en que sucedieron. Otras veces, incluso,
se aparta de la realidad histórica y la deforma dando una interpretación personal
a los hechos que describe. Así, por ejemplo, Sawqi no se resigna, como en
Antara (6), a dar un final trágico a su héroe y crea el último acto para
añadir un final feliz: al-Mutamid es perdonado por Ibn Tasufin y acaba sus
días viviendo libre en Agmat.
Como
contraste a esta falta de atención hacia los hechos históricos el autor
se ha esmerado en reflejar fielmente el ambiente y la sociedad de los reinos de
taifas. Recoge la afición de los gobernantes por la astrología, y para ello
cita al astrólogo al-Dabbi, que, según al-Maqqarí, vivió en tiempos del emir
Hisám y era natural de Algeciras (7). Resalta la gran autoridad moral que tenían
los cadíes en al-Andalus y los honores que les rendían los reyes, la libertad de
que gozaba la población, su interés por la ciencia y la cultura, etc. Tomando
como fuente la descripción de las ciudades andalusíes que nos proporcionan las
crónicas, refleja las características de varias de ellas: Málaga era famosa por
sus vinos, Sevilla por la música y Córdoba por los libros (8).
Sobre
esta última ciudad añade una divertida anécdota acerca del afán que tenían los
cordobeses en disputarse el honor de poseer una biblioteca (9). Asimismo, aparecen
en la obra varias referencias a nombres de lugar: En el acto I se alude a la
Pradera de Plata (Mary al-Fidda), donde, según cuenta la leyenda de
al-Muctamid, éste conoció a Rumaykiyya (10). En la escena II de este mismo acto
se cita Wadi-l-Talh (el Valle de las Acacias), un paseo situado en el Aljarafe,
al nordeste de Sevilla, que, según el testimonio de Ibn Said (s. XIII), gozaba
también del favor de al-Mutamid (11). Otro lugar de recreo de al-Andalus que
se cita en este acto es Wadi-l-Hawz (o Hawz Muammal), un valle de álamos
situado a orillas del Genil, famoso desde el siglo XII por los encuentros de
enamorados que describieron los poetas (12).
También
menciona Sawqi en la obra varios de los palacios de al-Mutamid, como al-Zahí,
al-Tay y al-Badi (13). El resto de los palacios que aparecen en el drama son,
seguramente, ficticios, ya que sus nombres no los hemos encontrado documentados
históricamente.
Finalmente,
merece destacarse la especial atención que ha puesto el autor en describir
escenas típicas de la época, como los paseos en barca por el Guadalquivir (acto
I, escena III), el ambiente de una taberna (acto II), o las fiestas en los
palacios (acto I, escena II). En ellas encontramos numerosas alusiones a las
costumbres y gustos de la población, como por ejemplo, la afición por los
licores, los juegos de azar, la música y el baile.
Se trata, en resumen, de un
drama romántico en el que, a través de la figura
histórico-literaria de al-Mutamid y de la descripción de la sociedad andalusí del
siglo XI, Ahmad Sawqi rinde homenaje al glorioso pasado vivido por los árabes
en nuestra península.
(1) La bibliografía existente sobre la
vida y la obra de Ahmad Sawqi es muy extensa. Una relación exhaustiva de estos
estudios, en lengua árabe, podemos encontrarla en la obra de Dagir, Y. Masadir
al-dirasa al-adabiyya, Beirut, 1956, pp. 506-514. Y en lenguas occidentales, en
Brockelmann, GAL, Supl. III, pp. 21-48. Sobre la obra que aquí tratamos, véase,
por ejemplo, Landau, J. Études sur le théatre et le cinema árabes, París, 1963,
pp. 118-122; Dayf, S. SawqT, S3"¡r al-Qasr al-hadn, El Cairo, 1977, pp.
253-266; AbO-l-Naga, Les sources francaises du théatre egyptien, Argel, 1972,
pp. 271-275; Hanna, S. y Salti, R. «Ahmad Shawqi, a pioneer of modern arabic
drama», AJAS, I, 1973, pp. 90-92 y 100-101.
(2) En el transcurso de su carrera
literaria, Sawqi escribió seis dramas históricos. Tres de ellos inspirados en
la historia de Egipto: Kliwubátra, Qambiz y Alí Bek al-Kabir, y tres sobres
temas árabes e islámicos: Antara, Maynun Layla y Amirat al-Andalus.
(3) Cf. el testimonio de Husayn Sawqi en
su libro Abi Sawqi (Mi padre, Sawqi), El Cairo, 1947, pp. 63-64.
(4) Naíh al-Tib, IV, (ed. Ibsa Abbas),
pp. 284-285. La fuente principal de al-Maqqarí parece ser al-Hiyári (s. XII).
Cf. Emilio García Gómez, Él libro de las banderas de los campeones, Barcelona,
1978, pp. 51 y ss. de la intr.
(5) Fue nombrado gobernador de Córdoba
cuando esta ciudad fue incorporada a Sevilla en 1070. Sobre este personaje y
otros hijos de al-Mu°tamid que ocuparon cargos políticos, véase, M. J. Rubiera,
Al-Mu'tamid ibn Abbad. Poesías, Madrid, 1982, pp. 48-54.
(6) Véase nota 2.
(7) al-Maqqari, Nafh al-Tib, IV, pp.
334-335.
(8) Ibd., II, pp. 10-11.
(9) Ibd., p. 11.
(10) Dicha pradera estaba situada a
orillas del Guadalquivir. Ibn Sahl e Ibn Sai así lo afirman. Cf. Perés,
Esplendor de al-Andalus, Trad. Mercedes García Arenal, Madrid, 1983, p. 146.
Sin embargo, parece que la leyenda recrea un hecho histórico que tuvo como
verdadero escenario el río Silves. Cf. M. J. Rubiera, al-Mutamid ibn Abbad.
Poesías, pp. 40-41.
(11) Este valle ya había sido tomado por
Sawqi como tema de su NOniyya.
(12) Cf. Pérés, Esplendor..., p. 151.
(13) Sobre los palacios de al-Mu°tamid,
véase M. J. Rubiera, al-Mutamid ibn Abbad. Poesías, p. 25; y R. Lledó,
«Risala sobre los palacios abbadíes de Sevilla de Abu Yafar ibn Ahmad de
Denia. Traducción y estudio», en Sharq al-Andalus, III, 1986, pp. 191-200.
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