martes, 16 de julio de 2013

AMIRAT AL-ANDALUS DE AHMAD SAWQI

AMIRAT AL-ANDALUS DE AHMAD SAWQI (*)


 
Por:  MARÍA SOL CABELLO GARCÍA

La caída de la España musulmana se ha convertido en un símbolo al que alude con frecuencia la literatura árabe moderna. Un ejemplo representativo a este respecto lo encontramos en la obra Amirat al-andalus (La princesa de al-Andalus) del poeta y dramaturgo egipcio Ahmad Sawqi (1868-1932) (1).

Amjrat al-Andalus figura entre los seis dramas históricos que este autor compuso sobre temas egipcios, árabes e islámicos (2). Como la mayor parte de su producción teatral, lo escribió en la última etapa de su carrera literaria, aunque parece que fue durante su estancia en España cuando Sawqi tuvo oportunidad de reunir parte del material con el que más tarde crearía esta obra (3).

La acción se desarrolla en cinco actos y abarca desde los últimos años del reinado de al-Mutamid hasta su destierro en Agmat, tras la toma de Sevilla por los almorávides.

Para construir el argumento, el autor se ha basado, según hemos podido comprobar, en los datos y anécdotas históricas que recoge al-Maqqarí y ha recreado la biografía de este rey con un claro estilo románico.

El resto de los personajes están asimismo inspirados en figuras históricas que formaron parte de la vida y la leyenda de al-Mutamid. Entre todos ellos, ha sido tratado con especial atención el de la princesa Butayna, protagonista de la historia de amor que se narra en este drama y personaje que da título a la obra.

Para crear el personaje literario de Butayna, Sawqi se basa en una breve noticia que nos transmite al-Maqqarí. De ella nos dice este autor que recordaba a su madre Rumaykiyya por su inteligencia, su belleza, y su habilidad para componer versos. Y después describe la situación en que se vio tras la caída de Sevilla:

Cuando los almorávides tomaron la ciudad, la princesa pensó huir, pero cayó en manos de un hombre que, ignorando su condición, la vendió a un comerciante. Este pensó ofrecérsela como concubina a su hijo, pero la joven, viendo la honradez de los que la habían recogido, se decidió al fin a decir quién era y a exigir un contrato matrimonial para cohabitar con él. Como para ello se necesitaba la autorización de sus padres, pidió a sus dueños que les llevasen a Agmat unos versos y esperasen la respuesta. Cuando los versos de Butayna llegaron a al-Mutamid, éste y Rumaykiyya se alegraron de saber con vida a su hija y consintieron el matrimonio opinando que, dadas las circunstancias, era lo mejor que Butayna podía desear (4).

A partir de este relato sobre la boda de la princesa Butayna, Sawqi ha construido la intriga amorosa de su obra. Sin duda ha sido también esta misma noticia histórica la que utilizó el autor para crear el personaje de Hassün, un joven de quien se enamora Butayna en el zoco de los libros de Córdoba, y el de su padre, el comerciante sevillano Abu-I-Hasan.

Junto a estos personajes principales, aparecen otros, también históricos, entre los que destacan al-Zafir, hijo primogénito de al-Mutamid y Rumaykiyya, cuyo nombre completo era Abbad Siráy al-Dawla (5); el héroe Hariz, que se corresponde con el personaje histórico de Hariz ibn Ukasa, el cual, según cuentan las crónicas, tomó Córdoba en 1075 en nombre de al-Mamun de Toledo; el judío Ibn Salib, recaudador de tributos del rey Alfonso VI; y al-Bazi ibn al-Ashab, al que citan las fuentes como un famoso bandido de al-Andalus que ha pasado a formar parte de su leyenda.

Encontramos, además, a lo largo del drama, algunas referencias a hechos históricos como la batalla de Zalláqa, las rebeliones en el Magreb, o la toma de Toledo. Sin embargo, el autor no describe en ningún momento estos sucesos ni hace referencia exacta al lugar y al tiempo en que sucedieron. Otras veces, incluso, se aparta de la realidad histórica y la deforma dando una interpretación personal a los hechos que describe. Así, por ejemplo, Sawqi no se resigna, como en Antara (6), a dar un final trágico a su héroe y crea el último acto para añadir un final feliz: al-Mutamid es perdonado por Ibn Tasufin y acaba sus días viviendo libre en Agmat.

Como contraste a esta falta de atención hacia los hechos históricos el autor se ha esmerado en reflejar fielmente el ambiente y la sociedad de los reinos de taifas. Recoge la afición de los gobernantes por la astrología, y para ello cita al astrólogo al-Dabbi, que, según al-Maqqarí, vivió en tiempos del emir Hisám y era natural de Algeciras (7). Resalta la gran autoridad moral que tenían los cadíes en al-Andalus y los honores que les rendían los reyes, la libertad de que gozaba la población, su interés por la ciencia y la cultura, etc. Tomando como fuente la descripción de las ciudades andalusíes que nos proporcionan las crónicas, refleja las características de varias de ellas: Málaga era famosa por sus vinos, Sevilla por la música y Córdoba por los libros (8).

Sobre esta última ciudad añade una divertida anécdota acerca del afán que tenían los cordobeses en disputarse el honor de poseer una biblioteca (9). Asimismo, aparecen en la obra varias referencias a nombres de lugar: En el acto I se alude a la Pradera de Plata (Mary al-Fidda), donde, según cuenta la leyenda de al-Muctamid, éste conoció a Rumaykiyya (10). En la escena II de este mismo acto se cita Wadi-l-Talh (el Valle de las Acacias), un paseo situado en el Aljarafe, al nordeste de Sevilla, que, según el testimonio de Ibn Said (s. XIII), gozaba también del favor de al-Mutamid (11). Otro lugar de recreo de al-Andalus que se cita en este acto es Wadi-l-Hawz (o Hawz Muammal), un valle de álamos situado a orillas del Genil, famoso desde el siglo XII por los encuentros de enamorados que describieron los poetas (12).

También menciona Sawqi en la obra varios de los palacios de al-Mutamid, como al-Zahí, al-Tay y al-Badi (13). El resto de los palacios que aparecen en el drama son, seguramente, ficticios, ya que sus nombres no los hemos encontrado documentados históricamente.

Finalmente, merece destacarse la especial atención que ha puesto el autor en describir escenas típicas de la época, como los paseos en barca por el Guadalquivir (acto I, escena III), el ambiente de una taberna (acto II), o las fiestas en los palacios (acto I, escena II). En ellas encontramos numerosas alusiones a las costumbres y gustos de la población, como por ejemplo, la afición por los licores, los juegos de azar, la música y el baile.

Se trata, en resumen, de un drama romántico en el que, a través de la figura histórico-literaria de al-Mutamid y de la descripción de la sociedad andalusí del siglo XI, Ahmad Sawqi rinde homenaje al glorioso pasado vivido por los árabes en nuestra península.

 (*) La traducción de esta obra fue objeto de mi memoria de licenciatura, presentada en la Universidad de Alicante en octubre de 1986 bajo la dirección de la Dra. M.B Jesús Rubiera.

(1) La bibliografía existente sobre la vida y la obra de Ahmad Sawqi es muy extensa. Una relación exhaustiva de estos estudios, en lengua árabe, podemos encontrarla en la obra de Dagir, Y. Masadir al-dirasa al-adabiyya, Beirut, 1956, pp. 506-514. Y en lenguas occidentales, en Brockelmann, GAL, Supl. III, pp. 21-48. Sobre la obra que aquí tratamos, véase, por ejemplo, Landau, J. Études sur le théatre et le cinema árabes, París, 1963, pp. 118-122; Dayf, S. SawqT, S3"¡r al-Qasr al-hadn, El Cairo, 1977, pp. 253-266; AbO-l-Naga, Les sources francaises du théatre egyptien, Argel, 1972, pp. 271-275; Hanna, S. y Salti, R. «Ahmad Shawqi, a pioneer of modern arabic drama», AJAS, I, 1973, pp. 90-92 y 100-101.

(2) En el transcurso de su carrera literaria, Sawqi escribió seis dramas históricos. Tres de ellos inspirados en la historia de Egipto: Kliwubátra, Qambiz y Alí Bek al-Kabir, y tres sobres temas árabes e islámicos: Antara, Maynun Layla y Amirat al-Andalus.

(3) Cf. el testimonio de Husayn Sawqi en su libro Abi Sawqi (Mi padre, Sawqi), El Cairo, 1947, pp. 63-64.

(4) Naíh al-Tib, IV, (ed. Ibsa Abbas), pp. 284-285. La fuente principal de al-Maqqarí parece ser al-Hiyári (s. XII). Cf. Emilio García Gómez, Él libro de las banderas de los campeones, Barcelona, 1978, pp. 51 y ss. de la intr.

(5) Fue nombrado gobernador de Córdoba cuando esta ciudad fue incorporada a Sevilla en 1070. Sobre este personaje y otros hijos de al-Mu°tamid que ocuparon cargos políticos, véase, M. J. Rubiera, Al-Mu'tamid ibn Abbad. Poesías, Madrid, 1982, pp. 48-54.

(6) Véase nota 2.

(7) al-Maqqari, Nafh al-Tib, IV, pp. 334-335.

(8) Ibd., II, pp. 10-11.

(9) Ibd., p. 11.

(10) Dicha pradera estaba situada a orillas del Guadalquivir. Ibn Sahl e Ibn Sai así lo afirman. Cf. Perés, Esplendor de al-Andalus, Trad. Mercedes García Arenal, Madrid, 1983, p. 146. Sin embargo, parece que la leyenda recrea un hecho histórico que tuvo como verdadero escenario el río Silves. Cf. M. J. Rubiera, al-Mutamid ibn Abbad. Poesías, pp. 40-41.

(11) Este valle ya había sido tomado por Sawqi como tema de su NOniyya.

(12) Cf. Pérés, Esplendor..., p. 151.

(13) Sobre los palacios de al-Mu°tamid, véase M. J. Rubiera, al-Mutamid ibn Abbad. Poesías, p. 25; y R. Lledó, «Risala sobre los palacios abbadíes de Sevilla de Abu Yafar ibn Ahmad de Denia. Traducción y estudio», en Sharq al-Andalus, III, 1986, pp. 191-200.



 

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