lunes, 19 de agosto de 2013

El Tratado de Córdoba en San Juan de Ulúa



El Tratado de Córdoba en San Juan de Ulúa


Francisco Javier Chaín Revuelta


Comiendo en la fonda de Mercedes, allá en el mercado, me platicaron los guerrilleros que los principales de palacio envenenaron al capitán O’Donojú pero que oficialmente seguirá muerto por disentería. Antes, creo que el 24 de agosto, lo hicieron firmar en Córdoba el Plan de Iguala, pero con el agregado de que si Fernando VII o sus sucesores no aceptaban la corona mexicana entonces las cortes locales, que ya tenían sus candidatos, elegirían al emperador.

En la imprenta de Don Rafael Muñoz, de la calle de Moneda, se aseguraba que en las colonias de América del Sur el ejército español capitulaba a favor de los insurgentes, pero en la Nueva España no fue la independencia por rendición formal, sino por documento, con lo cual se desató la lucha de intereses entre borbonistas e iturbidistas por instituir el imperio mexicano. Los lideres insurgentes no opinaban lo mismo, ellos y sus seguidores, habían luchado desde los tiempos de Morelos bajo los principios establecidos en Los Sentimientos de la Nación. Aquí se enfrentaban aristocracia contra democracia. Independencia sometida al rey (como reza lo tratado en Córdoba) contra soberanía republicana, lo antiguo contra lo nuevo, lo acostumbrado contra el cambio. ¡ Escoja usted ! decían en la ilustrada imprenta.

Las crónicas refieren que Agustín de Iturbide fue el escogido por las armas. Encabezó la Regencia o Junta Provisional de Gobierno compuesta de personas notables, con objeto de elaborar las bases legales para la instalación de la monarquía y conducir los negocios del país, mientras se cumplían los puntos acordados en los Tratados de Córdoba, o se producían las condiciones favorables, para que su ascensión al trono pareciera un hecho natural e inevitable. Debido a su propia formación dentro de la corte virreinal, a sus relaciones con la aristocracia y su personal arrogancia, Iturbide cometió el error de desdeñar a los jefes insurgentes que habían suscrito el Plan de Iguala, al no incluirlos ni en la junta, ni en el gabinete o en algún cargo relevante dentro del círculo de poder, error cuya factura pagaría Iturbide más pronto que tarde.

La historia recogerá que el éxito provisional de la trama ideada por el astuto General Agustín, se debió a que siendo un militar que, por sus resonantes victorias sobre los insurgentes, gozaba de notable prestigio entre los comandantes realistas de las provincias, no le fue difícil convencerlos para obtener su apoyo a fin de desplazar del poder a los peninsulares. Comenzaba a germinar entre ellos un elemental sentimiento de pertenencia a una tierra libre de la autoridad de un monarca incierto y lejano. Aparecían ahora los criollos y mestizos unidos por la razón pero divididos por sus sentimientos.

La imprenta de Don Rafael tendría que dar cuenta en sus impresos que de los peninsulares sólo uno de ellos permaneció con las armas fiel a su Rey y a su patria, el General don José Dávila, Gobernador y Comandante General de la provincia de Veracruz, quien, negándose a reconocer los Tratados de Córdoba, el 26 de octubre de 1821 se replegó con una fuerza de doscientos hombres a San Juan de Ulúa con el mejor y más potente armamento de que disponía, luego de haber inutilizado las armas que no pudo llevar consigo y se hizo de los fondos económicos disponibles. Leal a su deber de militar y dispuesto a sostener su decisión, izó en el Castillo la bandera de España, convirtiéndose en una molesta piedra metida en la bota de Iturbide, que hizo parecer la Independencia Nacional como un hecho inacabado, iniciándose con esta operación un virtual estado de guerra entre ambos países y con ello, las tribulaciones del nuestro. Dicho de otra manera, iniciamos con el pie izquierdo encadenados por el tobillo a la canilla española.  130818

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