Tanzimat
Asomado
en el infinito agujero de la enciclopedia virtual (Aleph premonitorio) escuché
la voz Tanzimat. El árabe la escribe تنظيمات
y la semántica turca entiende reglamentos. La historia la identifica
como el período de 1839 a 1876, cuando la Puerta Sublime, cedió tradiciones
ante afanosas armas franco-inglesas por imponer su cruel modelo capitalista
colonizador al que han querido llamar modernidad ¡Dicen que hay progreso
compadre! Más atrás en el tiempo, durante el
XVII, el Imperio Otomano sufrió una serie de derrotas militares, primero
por parte de los Habsburgo, y años más tarde, a manos de Rusia, por las que
perdió la Península de Crimea, la zona norte del Danubio o el este del
Dniéster. Por otro lado, los gobernantes de las provincias del norte de África
y Asia gozaban de un gran margen de independencia respecto del gobierno
central. Ante esta situación de declive hubo dos corrientes ideológicas que
intentaron dar una explicación a este fenómeno, y a la vez intentarán aportar
propuestas para que la crisis imperial no se agudizase aún más. Una corriente
tradicional sostenía que el problema radicaba en las instituciones otomanas,
por lo que plantearon la vuelta a los modelos del siglo XV, otros (¡los
modernos compadre!) hicieron hincapié en que la Sublime Puerta estaba atrasada
en relación con las potencias europeas. La presión franco-inglesa se concreto a
favor de lo “moderno” con una serie de reformas que se prepararon desde el
sultanato de Mahmud II. La idea principal del Tanzimat fue la integración de
todos sus habitantes, sin tener en cuenta sus creencias religiosas; y el
ofrecimiento de un mínimo de seguridad, hacienda o pago de impuestos basados en
sistemas europeos. Entre las reformas la del servicio militar buscaba la
igualdad ciudadana otomana para menguar sentimientos nacionalistas que brotaban
en las provincias de la Puerta Sublime, como el caso egipcio liderado por
Muhammad Alí. Políticos otomanos que habían trabajado para embajadas de los
países occidentales, exportaron ideas de dichos países para incorporarlas a los
reglamentos turcos, los departamentos gubernamentales se transformarán en
ministerios, con un funcionamiento basado en el sistema occidental. Hubo
reformas políticas y militares, entre ellas, la que fue causa importante para
la desaparición del imperio, la supresión de los jenízaros a cambio de la
“modernización” del ejército. Se
incrementaron inversiones extranjeras y préstamos para introducir telégrafos y
ferrocarriles. Pero ¡El progreso compadre! ¡Cuesta más de lo que vale! Las
estructuras bélicas modernas eran caras, había que pagar impuestos más altos
para el mantenimiento de dicha fuerza, por lo que se necesitó una burocracia
fiscal preparada y eficaz, a la vez que capacitación para formar funcionarios
para el Estado y oficiales para el ejército. El resto de las reformas también
costaron mucho dinero, lo que llevó al Imperio otomano a hipotecar su futuro
económico, siendo obligados a contratar préstamos a las naciones europeas,
quienes conscientes de la incapacidad turca de asumir tales deudas, llevaría
los Estados europeos a controlar la
economía turca, lo cual, era el objetivo central capitalista, la
colonización del imperio y la repartición de sus provincias entre los franco-ingleses.
Otra intromisión de los imperios europeos sobre el turco fue el
Edicto de la Cámara Rosa, el Edicto de Gülhane (Gülhane Hatt-ı Şerifi)
promulgado el 3 de noviembre de 1839, que fue corroborado por el Edicto
Imperial (Islahat Hatt-ı Hümayunu o Islahat Fermanı) de 18 de febrero de 1856,
y que consistió en dar los primeros pasos para dotar a todos los ciudadanos
otomanos, independientemente de su religión, de una igualdad de derechos. Los
defensores de la costumbres y tradiciones se opusieron pero tuvieron que
acatarlo como imposición del estilo y costumbre europeo, que a pesar de la
proclamada igualdad, los europeos se reservaban siempre privilegios sobre todos
los demás, haciendo cada día más presente su opresión sobre la vida de los
otomanos. Por su parte Rusia no se mantuvo indiferente a las reformas turcas, y
ante la posibilidad de la caída del Imperio otomano, el zar Nicolás I forzó la
situación hasta provocar la Guerra de Crimea, en la que caería derrotado el
propio zar, gracias en gran medida a la alianza franco-inglesa (que entraron en
la guerra para frenar el avance ruso hacia el Mediterráneo) y a la negativa de
Austria a intervenir en la guerra en pos de la causa rusa. La peor parte fue
para los turcos, que en pleno proceso de reconstrucción estatal y sumergidos en
una crisis económica, se encontraron con la obligación de financiar una guerra,
lo que agravó su situación financiera, a la par que lideró el capítulo de bajas
humanas junto con Rusia. La contienda finalizó oficialmente con el Tratado de
París, donde los turcos son liberados de toda injerencia rusa en sus
territorios, pero a su vez, tuvieron que ceder parte de sus derechos en los
estrechos del Bósforo y de los Dardanelos. Las tensiones provocadas por la
Tanzimat llegaron por todas las direcciones, tanto en los que creían que las reformas
no llegarían demasiado lejos, como los detractores de las mismas, un sector
conservador que no veía más que efectos negativos en los cambios que se estaban
dando en el seno de la sociedad turca. En
este contexto se llegó a la década de 1860, donde un grupo de jóvenes, conocido
como Jóvenes Otomanos, pidieron nuevas reformas y una Constitución, y que llegó
en 1876, aunque fue anulada dos años más tarde. Desde ese momento y hasta 1908
siguieron una serie de conspiraciones contra el gobierno, desembocando en una
revolución militar y la caída del sultán Abdulhamit II, con la restauración de
la Constitución de 1876, seguida de reformas más radicales que las de la pasada
centuria. Pese a la pérdida de gran parte de sus provincias durante el siglo
XIX y principios del XX (Grecia, Serbia, Valaquia, Macedonia, Moldavia,
Albania, parte de Bulgaria, Argelia, Libia, Túnez y Egipto), nadie se imaginó
el colapso que sufriría el Imperio tras la I Guerra Mundial. El gobierno
cometió el error de aliarse con los Imperios Centrales, y el saldo fue la
pérdida de todas las provincias asiáticas, excepto Anatolia. En 1920 se firmó
el Tratado de Sèvres, por el que no sólo perdió las provincias árabes, sino que
sufrió la división de Anatolia. Paralelamente, apareció un movimiento
nacionalista liderado por Mustafa Kemal Atatürk, que llevó a cabo una
resistencia armada contra los griegos, que durante la I Guerra Mundial habían
invadido el Imperio otomano. A su vez, el sultán abdicó el 1 de noviembre de
1922, desapareciendo la dinastía otomana, lo cual puso punto final al Imperio
otomano y dio paso a la República de Turquía, cuyo líder sería Ataturk.
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