lunes, 18 de marzo de 2013

Orígenes


 
Orígenes

Tito Chaín

  

El libro se titula Orígenes, el autor Amín Maalouf. Jesús, muy estimado pariente, pasó a la casa a regalármelo cuando estaba dormido, lo entregó en mano a mi hijo Francisco Javier. Meses antes en una mesa de café me solicitó le recomendara alguna lectura, entonces le hablé de éste reconocido autor con orígenes en el Líbano, cercano a Homs de donde migraron nuestros abuelos. El libro se publicó por primera vez en 2004, el ejemplar que tengo a la mano es de bolsillo, impreso en España, pertenece a la primera edición de 2007 de la “Biblioteca de autor” de Alianza Editorial, sociedad anónima domiciliada en la Calle Juan Ignacio Luca de Tena, 15; 28027 Madrid; teléfono 91 393 88 88; www.alianzaeditorial.es , su ISBN: 978-84-206-6125-4. Alianza anuncia también que para recibir sus novedades basta solicitarlas a través del correo alaizanzeditorial@anaya.es . La composición del libro corrió a cargo del Grupo Anaya y fue impreso en Fernández Ciudad S.L. La traducción al español es de María Teresa Gallego Urrutia y sus dimensiones son de 17.6 por 11.2 por 3 centímetros y abarca 510 páginas con una imagen de portada en tono claro perteneciente al archivo familiar del autor. La contraportada coloreada en rojo contiene un texto que inicia con palabras de Maalouf “Pertenezco a una tribu que, desde siempre, vive como nómada en un desierto del tamaño del mundo. Lo único que nos vincula, por encima de las generaciones, por encima de los barcos, por encima de la Babel de las lenguas, es el murmullo de un apellido” A continuación se dice, en la misma contraportada, que “Amín Maalouf vuelve sus ojos en este libro hacia sus raíces familiares y, con la misma emotividad con las que nos cautiva en sus novelas, convoca a los muertos y a los vivos, a los fantasmas de sus antepasados, y a los familiares que los rodean, para explorar las leyendas que se han alimentado entre los suyos. Orígenes es un canto de amor a sus antepasados y a la tierra que les vio nacer y que permanece como única patria de este escritor del exilio siempre afanado en hallar puentes entre Oriente y Occidente”. El libro va dedicado para Téta Nazeera, para Kamal y Charles Abou-Chaar, y en memoria de Laurice Sader Abou –Chdid. El libro inicia con un breve texto del propio Maalouf, que no tiene título porque tiene toda la facha de ser un prólogo, dice: Otros habrían hablado de <<raíces>>… Pero no es ése un vocabulario que yo use. No me gusta la  palabra <<raíces>>, y menos aún me gusta la imagen. Las raíces se entierran en el suelo, se retuercen entre el barro, prosperan en las tinieblas, tienen al árbol cautivo desde que nace y lo nutren a cambio de un chantaje: <<¡Si te liberas te mueres! >> A los árboles no les queda más remedio que resignarse, necesitan tener raíces; los hombres no. Respiramos la luz, codiciamos el cielo, y cuando nos hundimos en la tierra es para pudrirnos. La savia del suelo natal no nos entra por los pies para subirnos hasta la cabeza, los pies sólo nos sirven para andar. Lo único que nos importa son los caminos. Ellos nos llevan de la pobreza a la riqueza, o a otra pobreza; de la servidumbre a la libertad, o a la muerte violenta. Nos prometen, nos trasportan, nos impulsan y, luego, nos abandonan. Y entonces nos morimos, igual que nacimos, a la vera de un camino que no habíamos escogido. En contra de lo que sucede con los árboles, los caminos no botan del suelo al azar de las sementeras. Tienen un origen, igual que nosotros. Un origen ilusorio, puesto que una carretera nunca empieza de verdad en sitio alguno; antes de la primera revuelta, algo más atrás, ya había otra revuelta, y otra más. Origen inaprensible, porque en cada encrucijada se han sumado otros caminos que procedían de otros orígenes. Si fuera menester echar cuenta de todas esas confluencias, daríamos cien veces la vuelta a la Tierra. ¡Así debe ser cuando de mi gente se trata! Pertenezco a una tribu que desde siempre, vive cómo nómada en un desierto del tamaño del mundo. Nuestros padres son oasis de los que nos vamos cuando se seca el manantial, nuestras casas son tiendas vestidas de piedra, nuestras nacionalidades dependen de fechas y de barcos. Lo único que nos vincula por encima de las generaciones, por encima de los mares, por encima de la Babel de las lenguas, es el murmullo de un apellido. ¿Tenemos por patria un patronímico? Sí, así es. ¡Y por fe una antigua fidelidad! Nunca me he sentido vinculado a ninguna religión, a menos que me haya sentido vinculado a varias, incompatibles entre sí, tampoco me he notado nunca totalmente afecto a una nación, aunque es cierto que también en este aspecto tengo que ver con más de uno. En cambio, me identifico perfectamente con la aventura que mi dilatada familia ha vivido bajo todos los cielos. Con la aventura y también con las leyendas. Igual que les sucedía a los griegos antiguos, mi identidad se apuntala en una mitología cuya falsedad me consta y por la que, no obstante, siento veneración como si la verdad residiera en ella. ¡No deja de ser insólito por lo demás, que hasta el día de hoy sólo haya dedicado unos cuantos párrafos a la trayectoria de mi gente! Pero es cierto que también ese mutismo forma parte de mi herencia. No me llama la atención que a un novelista no le guste alguna palabra, ni tampoco me extraña que en el prólogo de ésta novela familiar Maalouf diga no gustarle la palabra ni la imagen <<raíces>> Sin embargo, la postura de Amín en su especie de prólogo, me hizo recordar a C. Virgil Gheorghiu cuando escribió que todos los árabes están orgullosos de sus antepasados, que sus poemas más bellos son los fajr  – o apología de los antepasados -. Los nómadas no poseen un solo punto fijo sobre la superficie de la Tierra. Por eso, los mayores son para ellos algo tan vital como la raíz para el árbol. El desierto no permite que el hombre se establezca en un lugar. Y puesto que no pueden arraigar en la Tierra, los nómadas fijan sus raíces en el pasado, en su árbol genealógico. Los nómadas hacen como las orquídeas de la selva tropical que, ya que no pueden llegar a la tierra con sus propias raíces, las fijan en el espacio, por encima de ellas. El libro se divide en 10 partes que en su índice nombran: Tanteos, Longitudes, Luces, Combates, Moradas, Rupturas,  Atolladeros, Desenlaces, Notas y agradecimientos, y cierra con Los orígenes de Amín Maalouf. La parte rotulada Tanteos abarca 34 páginas para 6 capítulos. Longitudes 64 páginas con 12 capítulos. Luces 72 con 12 capítulos. Combates 80 páginas con 12. Moradas 48 con 6. Rupturas 44 con 4. Atolladeros 66 con 10. Desenlaces 52 con 9.  Notas y Agradecimientos 8 páginas y Los Orígenes de Amín Maalouf  31 páginas con 15 imágenes de familia. Total 71 breves capítulos en 465 páginas (Descontando las últimas dos partes de agradecimientos e imágenes)

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