domingo, 3 de marzo de 2013

Schopenhauer y la pasión de los colores

Schopenhauer y la pasión de los colores

Por: | 02 de marzo de 2013
por LUIS FERNANDO MORENO CLAROSSchopenhauer_portrait_sticker-p217111409617830583en8ct_400

¡Por fin contamos en castellano con la obra completa de Schopenhauer! Al menos, con los libros que el filósofo quiso ver publicados en vida. Quedan por verter al español algunos escritos póstumos y su correspondencia, pero lo autorizado por él está completo. Esta excelente traducción de Sobre la visión y los colores —nunca antes en castellano— es un tratado científico, en el que hay filosofía aunque más fisiología, y que hay que inscribir en la historia de la óptica.
Arthur Schopenhauer (1788-1860) redactó este breve e intenso tratado en 1815, dos años después de publicar su tesis doctoral: De la cuádruple raíz del principio de razón suficiente. Esta obra de título tan extraño había suscitado la ironía de la madre del filósofo, la salonière y escritora Johanna Schopenhauer, quien le preguntó “si era algo para boticarios”, causando gran enfado a su hijo. En cambio, gustó a Goethe, tertuliano estrella del salón de Johanna. En 1813 el sexagenario poeta invitó al joven filósofo a que lo visitara para filosofar con él; también le hizo partícipe de sus experimentos ópticos. Goethe había publicado en 1810 con ningún éxito su Teoría de los colores, resultado de veinte años de observaciones. La poesía, pensaba, puede hacerla bien mucha gente, pero en ciencia hay pocos que destaquen. En desacuerdo con las teorías que Newton exponía en su Óptica, Goethe soñaba con proponer una alternativa que asombrase al mundo científico. Esta pasión por los colores le venía desde sus tiempos de pintor frustrado en Italia; allí le inquietó saber cómo se forma esta “alegría de la Naturaleza”, y se entregó a toda clase de estudios y experimentos a fin de averiguarlo.

SchopenhauerlibroSchopenhauer, deseando ganarse la confianza de Goethe, se interesó por los colores; y tanto, que después de abandonar Weimar e instalarse en Dresde, donde quería consagrarse a la concepción de El mundo como voluntad y representación, elaboró por su cuenta su propio tratado sobre la formación del color en el ojo humano en un par de meses. Además de replicar a Newton, osaba ir más allá de Goethe y le enmendaba la plana.
Este volumen incluye la correspondencia que Schopenhauer mantuvo con Goethe (hay otra edición castellana en la editorial Valdemar). Son cartas esclarecedoras que revelan la actitud del filósofo, arrogante, voluntarioso, y la del viejo escritor, que vio su vanidad herida en lugar de alegrarse por los logros de su corresponsal. Schopenhauer intentó que Goethe elogiara su escrito y que le ayudara a publicarlo; pero recibió largas. El filósofo bufaba, sin atreverse a mostrarle a Goethe todo su enfado, ya que lo respetaba demasiado. Pero se despacha espetándole que él, Schopenhauer, y sólo él ha dado con “la verdad” de la teoría de los colores, y que mientras Goethe poco ha aportado con el desbarajuste de sus experimentos y teorías, él lo ha puesto todo en orden para presentar una teoría de los colores tan cierta que “algún día se estudiará en las escuelas”.Goethe apenas hojeó el escrito, e incluso le propuso a un desesperado Schopenhauer que se lo mandase a un especialista para que lo “valorase”. En una memorable carta de 1815, Schopenhauer estalla. Le dice que “filósofo es aquel hombre que tiene el valor de no guardarse ninguna pregunta en el corazón”, y ello aunque la verdad le acarree el terrible destino de Edipo. Goethe no responde. Escribirá un epigrama privado dedicado a Schopenhauer: “¡Con qué gusto seguiría enseñando todavía / si los escolares no se creyesen maestros enseguida!”.
El autor de Werther no volvería a hacer ningún caso a Schopenhauer; cuando éste se marchó a Italia, en 1819, concluido su sistema filosófico, tuvo a bien entregarle una carta de recomendación para su amigo Lord Byron, afincado en Venecia. Schopenhauer paseaba un día por el Lido en compañía de una muchacha y vieron a Byron. Ella elogió la hermosura del poeta inglés. Schopenhauer tuvo “miedo a los cuernos” y no entregó la nota de Goethe. Pero esto es otra historia.
En el prólogo de El mundo como voluntad y representación Schopenhauer observa que antes de adentrarse en la obra sería conveniente leer —junto a otros escritos suyos— también su teoría de los colores. Porque en este estudio primerizo (vuelto a revisar y ampliar en 1854) se formulaba ya la tesis fundamental de su gnoseología: que “toda intuición es intelectual”. Kantiano convencido, Schopenhauer observó que la percepción de los colores por el ojo humano es de índole subjetiva; lo cual iría vinculado a su conocida idea de que el mundo es nuestra representación, la de cada individuo que lo percibe. Por eso vale la pena leer este escrito sobre los colores, que no es sólo para científicos sino también para amantes de la filosofía.
Sobre la visión y los colores. Seguido de la correspondencia con Goethe. Arthur Schopenhauer. Edición y traducción de Pilar López de Santa María. Editorial Trotta. Madrid, 2013. 120 páginas. 15 euros.
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LUIS FERNANDO MORENO CLAROS se doctoró en Filosofía con la tesis Platonismo en la filosofía del joven Schopenhauer. Traductor de E.T.A. Hoffmann, Nietzsche o Goethe, fue coordinador de la Biblioteca de Grandes Pensadores de la editorial Gredos. Es autor de las biografias Schopenhauer. Vida del filósofo pesimista (Algaba) y Martin Heidegger. El filósofo del ser (Edaf). Ejerce la crítica literaria en Babelia, el suplemento cultural de EL PAÍS.
Hay 10 Comentarios

Si de ponerse puntillosos se trata, caballeros, lamento informar que se han equivocado todos (¡sí, todos!): en rigor, estamos aquí frente a lo que se denomina handschriftlicher Nachlaß, vale decir, el «legado manuscrito» de Schopenhauer.
Por lo demás, quien ha leído (seriamente, digo) al de Danzig, bien sabe que él se consideraba a sí mismo algo más que un mero misántropo. Esta idea la expresa, con su típica claridad en (¡justamente!) su «legado manuscrito»:
«Y como las bestias peligrosas se temen, pero no se odian, así hago yo con los hombres: no quiero ser μισάνθρωπος [misánthrōpos], sino καταφρονάνθρωπος [kataphronánthrōpos = 'que desprecia a los hombres']» (Εἰς ἑαυτόν, § 17 [en Hübscher: Der handschriftliche Nachlaß. München, DTV, 1985, t. IV, ii]).
Y leyendo algunos de los comentarios aquí presentes, uno no puede más que asentir.

Póstumo
1. "Que sale a la luz después de la muerte del autor". En efecto, pero por "salir a la luz" se entiende que "se publica", se da a la imprenta, no que "se descubre". De otro modo, la práctica totalidad de los documentos manuscritos que hay en los archivos podrían considerarse obra póstuma y ningún historiador ni literato trabaja con semejante concepto a la hora de referirse a "obra póstuma". Mi sonrisa nace pues del término "escrito" adherido al adjetivo "póstumo"; dado que es harto improbable que Schopenhauer se dedicara a redactar hojas volanderas y distribuirlas (lo que justificaría el uso del término "escrito") la "obra póstuma" se entiende como obra publicada o como obra escrita con tal intencionalidad. Por ceñirme al caso, la correspondencia privada de Schopenhauer no puede considerarse "obra póstuma"
2. Con Schopenhauer puede uno no sólo sonreír, sino incluso reír. Ahora bien, dada la misantropía que en la práctica le caracterizaba, el tipo de risa / sonrisa que provoca no es la sonrisa amable que me suscita la expresión "escrito póstumo". Va a ser que, en el caso de entender o no y de tener prejuicios o no, todos llevamos algo en la mochila.

En efecto, Roberto. Y a los que insisten en lo del pesimismo de Schopenhauer, siempre les recomiendo la lectura de estas líneas suyas:
“Así pues debemos abrir puertas y ventanas a la alegría, siempre que se presente, porque nunca llega a destiempo, en vez de vacilar en admitirla, como a menudo hacemos, queriendo primero darnos cuenta de si tenemos motivos para estar contentos por todos conceptos, o por miedo de que nos aparte de meditaciones serias o de graves preocupaciones; y sin embargo, es muy incierto que ellas puedan mejorar nuestra situación, al paso que la alegría es un beneficio inmediato. Ella sola es, por decirlo así, el dinero contante y sonante de la felicidad.”

Todavía estoy esperando que alguien me explique eso del 'pesismismo' que se sigue repitiendo acerca de Schopenhauer. Creo que son muy pocos los que han leído más allá de la contratapa de sus libros. Y como dice en el segundo comentario augustbeker, quien no lo ha leído no sabe que a veces hasta llega a hacer reír, especialmente cuando se empeña en desmontar teorías de otros filósofos a los que no valora. Que por otra parte salvo Kant son casi todos. Y acerca de Savater, con qué cara alguien así acepta ser llamado filósofo? Los premios son justo por eso , por ser el 'filósofo' del régimen. Otro caso como el divulgador científico Punset, por dios!.

póstumo, ma.
(Del lat. postŭmus).
1. adj. Que sale a la luz después de la muerte del padre o autor. Hijo póstumo. Obra póstuma.
2. adj. Se dice de los elogios, honores, etc., que se tributan a un difunto.
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Son ganas de buscar tres pies al gato, estimado E., el articulista no dice que Schopenhauer redactase escritos póstumos, sino que hay unos escritos que resultaron póstumos, que quedan por traducir al español. Es lo que todo buen lector entiende. Claro que afirmar que, hablando de Schopenhauer, no es fácil sonreir, revela claramente que no se le ha leído. O que no se le ha entendido, lo cual, visto lo visto, no me extrañaría nada.

Sabía que Schopenhauer había sido siempre un poco particular, pero no hasta el punto de ser capaz de redactar "escritos póstumos".
Si no fuera mucha molestia, ¿le importaría corregir la oración o, en su defecto, explicarnos cómo consiguió producir "escritos póstumos"? Supongo que a lo que realmente se refiere es a escritos que se publicaron tras su muerte y que Schopenhauer no tenía pensado dar a la imprenta, pero lo que está afirmando es algo bastante distinto (y creativo por cierto, me ha provocado una sonrisa, cosa que, hablando de Schopenhauer no es algo fácil de conseguir)
Un saludo

En cambio, no puedo estar de acuerdo con Moreno Claros en la valoración que hace (El País de papel) de la obra de Savater "El Traspié". La he leído y no le he visto la gracia. Más bien parece una triste caricatura de la obra de Priante sobre Sc.hopenhauer..Por cierto, lo que Savater aún nos tiene que explicar es cómo siendo un novelista - y teatrista - tan mediocre, acapara premios y publica cuando y donde quiere.

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Una especie de ilustración o ampliación de esta excelente y ajustada reseña la tenemos en la novela "El silencio de Goethe o la última noche de Arthur Schopenhauer", de Antonio Priante.

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