sábado, 12 de octubre de 2013

Llegan a un nuevo mundo


Llegan a un nuevo mundo
  
Día de la razaDía de la raza
>> Buscan españoles en el Continente Americano un refugio que con el paso de los años se convierte en su nuevo hogar y el de sus descendientes



Sábado, 12 Octubre 2013
Ana Ramos Caravaca
EL MUNDO DE CÓRDOBA

A sus 85 años, Luz del Carmen López de Alvaré recuerda con todo detalle su salida de España. Aunque era una niña, no olvida el viaje, la salida inesperada y sobre todo, los horrores de una guerra que dividió a hermanos. Ella es una de los tantos españoles que encontraron en México un lugar donde resguardarse mientras un país estallaba en guerra.
El 12 de octubre de 1492 Cristóbal Colón arribó por primera vez al Continente Americano. Desde ese momento se abrió una puerta entre el Viejo Continente y el Nuevo Mundo, una puerta que nunca se cerró y que sirvió para que tanto europeos como americanos conocieran lo que había más allá del océano Atlántico.
Desde entonces varios éxodos se han dado, sobre todo desde España a Latinoamérica, pero el más considerable fue el que sufrió la península Ibérica durante la Guerra Civil Española, que se dio desde 1936 a 1939.
Luz del Carmen sabe bien lo que pasó. Era una niña pero sí recuerda cómo de la nada, todo su alrededor se volvió peligroso para ella y su familia. Ella nació en Tremenes, Asturias, en el seno de una familia afecta al régimen franquista. A los 4 años hizo su primer viaje a México. Su padre emprendió un negocio de confección de camisas en Orizaba, La Suiza, que no tardó en despegar y ser un negocio próspero.
No obstante, cada cierto tiempo pasaba temporadas en Asturias. Regresaba con su madre y su hermana a casa de su abuela Florentina, donde se dispersaban y disfrutaban de las costumbres españolas.
Fue en una de esas temporadas, cuando tenía 11 años, que las cosas “se pusieron feas”. Ella y su familia estaban en Luanco, otro pueblo de Asturias, donde terminaron por llegar los bombardeos. El avance de la guerra convirtió a un pueblo tranquilo en un campo de batalla y fue cuando en la difícil situación, deciden regresarse a México.
Pero marcharse no fue fácil, estaban en mitad de la guerra y todo se volvió una odisea para poder salir del país. Luz del Carmen cuenta como salió de Luanco hasta Gijón en un camión cubierto con una lona y rodeada de desconocidos que también buscaban salir de allí.
“Nos dijeron que no miráramos por la lona y yo cometí el error de asomarme. Justo en ese momento pasábamos por una carnicería, donde vi a dos curas colgados, desnudos y un cartel que decía: ‘Se vende carne de cerdo’. Eso me traumó”, narra Luz del Carmen con cierta emoción, que pese a los años no se olvida de aquel momento.
Pero además de las estampas de la guerra que tuvieron que presenciar, para ellas no fue fácil emprender un viaje solas, con todo lo que podían cargar y cruzar a otro continente entre pueblos bombardeados y una Europa que además se adentraba en una segunda guerra.
Para salvaguardar las joyas de la familia, su madre acudió a un conservero vecino de ellas en Luanco y en latas de sardinas con aceite fue metiendo todas sus alhajas para que no se las quitaran en los oficiales de la aduana. Con ellas viajaron desde Gijón a París, donde tuvieron que permanecer tres meses hasta que partiera el barco para México.
En ese tiempo, gracias al perfecto francés que hablaba su madre, se mantuvieron. Sorteaban los controles y esperaban ansiosas la salida del barco. “Mi madre siempre me daba a mí las joyas en latas. Yo nunca supe que había en ellas”, comenta Luz del Carmen. Pese a la difícil situación, nunca vendieron las joyas y cuenta, ahora con humor, que finalmente no fue hasta llegar a Orizaba, a su casa, donde le robaron sus alhajas.
Tras pasar todo ese tiempo, finalmente pudieron tomar el barco, el “Orinoco” que desembarcó primero en La Habana, Cuba y por último en el destino de ellas, Veracruz. Para ello, pasaron cerca de tres semanas en el barco, una nave que fue pilotada por quien más tarde, sería el segundo en la flota de Adolf Hitler.
Desde ahí, una vida se cerró y otra empezó. Se instaló con su familia en México y terminó por casarse con un mexicano, razón por la que nunca volvió a su querida España.
En ese tiempo mantuvo el contacto con su familia, primero por telegramas, cartas y finalmente por teléfono. Pese al tiempo que lleva aquí, sigue extrañando la fabada asturiana y el tocino de cielo, que aunque los cocina, pero no saben igual. También echa de menos el clima, las estaciones y el frío de Asturias, que le recuerda a las temporadas que pasaba allá.
 
Comentario: Laura Krauss Mi mamá vivía en Tremañes, no en tremenes.
 

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