domingo, 1 de diciembre de 2013

El Talismán

El Talismán
 
Francisco Javier Chaín Revuelta

Es transparente irrompible con sangre dentro, debe estar al fondo del río. Fue visto por primera vez en la mesa de Salomón. En la masacre de Jerusalén del 15 de Julio de 1099 uno de los cruzados de a pie, con la sangre hasta los tobillos, lo tomó en sus manos conservándolo. Reapareció por 1186 en poder de Reinaldo de Chatillon quien, por trasgredir todas las fronteras, Saladino cumplió su promesa matándolo con las manos. El talismán quedó en el tesoro del sultán. Un místico beduino de Homs creyó en 1312 haber tenido noticia del talismán en sus andanzas por Alepo, Hana y Homs. Años después circularon ciertos documentos que registran que por 1480 en Jaén fue confundido con la propia mesa de salomón disfrazada de talismán, eso dio motivo a que el templario Eslava Galán escribiera una pulcra tergiversación de tal confusión. En los diarios de Colón un erudito historiador cree haber encontrado una referencia de un moro marinero que sustrajo el talismán de una taberna de piratas en el Puerto de Palos y lo trajo a las costas de América. Lo heredó a su hijo quien lo perdió en Veracruz en uno de los pantanos del Papaloapan,  allá por Chacaltianguis. Quedó en Yamil, en el viejo vendedor de telas de la ribera del río,  la leyenda del árabe Al-Buste que recién llegado de Siria en 1907 encontró el talismán y en un reflejo lo frotó en su cuerpo, pero al quemarle las manos, lo lanzó al caudaloso río. A partir de ese día la fortuna y la felicidad le rodearon hasta su muerte. Sus cercanos e incluso lejanos familiares, amistades, clientes o proveedores que mantenían correspondencia con Al-Buste  gozaban también de cierto talismánico influjo y no dejaban de mandarle siempre algún telegrama. En su último lecho, allá por Enero del 54 del siglo XX le llevaron al menor de sus nietos, el veinticuatroavo, al que frotó con trémulas  manos murmurándole al oído, suave y quedo, palabras en su lengua de las que sólo recuerdo las últimas: “sal-al-din al ta-lis-mán” Hace algunos años alguien quiso atribuirme  parte de su buenaventura, pero yo siempre lo he negado porque creo ha sido al revés.

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