Sobre textos literarios
Francisco Javier Chaín Revuelta
Aquí encontrará los cortos textos
“El desafío de la Creación” (Rulfo) “Sobre el arte de un escritor” (Galeano) y
“La poesía es un atentado celeste” (Huidobro) y dos preguntas ¿Hay un tema
común en ellos? ¿El lenguaje y la creación en estas obras funcionan como motivo
literario?
Sabemos que toda clasificación es arbitraria, como la
de poesía, teatro, ensayo y narrativa. o
la de cuento y novela (para la narrativa) y que cada texto tiene estrategia para
exponerse. Hay propuestas de instrumentos para analizar un texto como
forma/contenido o fondo, que fácilmente se confunden porque el lenguaje
literario se caracteriza por su tendencia a cargar de sentido (semantizar)
cuanto elemento quede asociado con él; y a que la historia de uso de cualquier
elemento formal va a convertirse en contenido de éste en épocas posteriores. A
veces en el análisis de un texto tratan de identificar tema y motivos. Tema
como la idea general, más abstracta, que guía la totalidad del texto. Motivos
como rasgos que se pueden reconocer independientemente de la circunstancia
histórica del texto. Ahora, si lo deseamos, leámos los textos y encontremos su
tema y motivo.
El desafío de la creación
Juan Rulfo
Desgraciadamente yo no tuve quién
me contara cuentos; en nuestro pueblo la gente es cerrada, sí, completamente,
uno es un extranjero ahí.
Están ellos platicando; se
sientan en sus equipajes en las tardes a contarse historias y esas cosas; pero
en cuanto uno llega, se quedan callados o empiezan a hablar del tiempo:
"hoy parece que por ahí vienen las nubes..." En fin, yo no tuve esa
fortuna de oír a los mayores contar historias: por ello me vi obligado a
inventarlas y creo yo que, precisamente, uno de los principios de la creación
literaria es la invención, la imaginación. Somos mentirosos; todo escritor que
crea es un mentiroso, la literatura es mentira; pero de esa mentira sale una
recreación de la realidad; recrear la realidad es, pues, uno de los principios
fundamentales de la creación.
Considero que hay tres pasos: el
primero de ellos es crear el personaje, el segundo crear el ambiente donde ese
personaje se va a mover y el tercero es cómo va a hablar ese personaje, cómo se
va a expresar. Esos tres puntos de apoyo son todo lo que se requiere para
contar una historia: ahora, yo le tengo temor a la hoja en blanco, y sobre todo
al lápiz, porque yo escribo a mano; pero quiero decir, más o menos, cuáles son
mis procedimientos en una forma muy personal. Cuando yo empiezo a escribir no
creo en la inspiración, jamás he creído en la inspiración, el asunto de
escribir es un asunto de trabajo; ponerse a escribir a ver qué sale y llenar
páginas y páginas, para que de pronto aparezca una palabra que nos dé la clave
de lo que hay que hacer, de lo que va a ser aquello. A veces resulta que
escribo cinco, seis o diez páginas y no aparece el personaje que yo quería que
apareciera, aquél personaje vivo que tiene que moverse por sí mismo. De pronto,
aparece y surge, uno lo va siguiendo, uno va tras él. En la medida en que el
personaje adquiere vida, uno puede, por caminos que uno desconoce pero que,
estando vivo, lo conducen a uno a una realidad, o a una irrealidad, si se
quiere. Al mismo tiempo, se logra crear lo que se puede decir, lo que, al
final, parece que sucedió, o pudo haber sucedido, o pudo suceder pero nunca ha
sucedido. Entonces, creo yo que en esta cuestión de la creación es fundamental
pensar qué sabe uno, qué mentiras va a decir; pensar que si uno entra en la
verdad, en la realidad de las cosas conocidas, en lo que uno ha visto o ha
oído, está haciendo historia, reportaje.
A mí me han criticado mucho mis
paisanos que cuento mentiras, que no hago historia, o que todo lo que platico o
escribo, dicen, nunca ha sucedido y es así. Para mí lo primero es la
imaginación; dentro de esos tres puntos de apoyo de que hablábamos antes está
la imaginación circulando; la imaginación es infinita, no tiene límites, y hay
que romper donde cierra el círculo; hay una puerta, puede haber una puerta de
escape y por esa puerta hay que desembocar, hay que irse. Así aparece otra cosa
que se llama intuición: la intuición lo lleva a uno a pensar algo que no ha
sucedido, pero que está sucediendo en la escritura.
Concretando, se trabaja con:
imaginación, intuición y una aparente verdad. Cuando esto se consigue, entonces
se logra la historia que uno quiere dar a conocer: el trabajo es solitario, no
se puede concebir el trabajo colectivo en la literatura, y esa soledad lo lleva
a uno a convertirse en una especie de médium de cosas que uno mismo desconoce,
pero sin saber que solamente el inconsciente o la intuición lo llevan a uno a
crear y seguir creando.
Creo que eso es, en principio, la
base de todo cuento, de toda historia que se quiere contar. Ahora, hay otro
elemento, otra cosa muy importante también que es el querer contar algo sobre
ciertos temas; sabemos perfectamente que no existen más que tres temas básicos:
el amor, la vida y la muerte. No hay más, no hay más temas, así es que para
captar su desarrollo normal, hay que saber cómo tratarlos, qué forma darles; no
repetir lo que han dicho otros. Entonces, el tratamiento que se le da a un
cuento nos lleva, aunque el tema se haya tratado infinitamente, a decir las
cosas de otro modo; estamos contando lo mismo que han contado desde Virgilio
hasta no sé quienes más, los chinos o quien sea. Mas hay que buscar el
fundamento, la forma de tratar el tema, y creo que dentro de la creación
literaria, la forma -la llaman la forma literaria- es la que rige, la que provoca
que una historia tenga interés y llame la atención a los demás.
Conforme se publica un cuento o
un libro, ese libro está muerto; el autor no vuelve a pensar en él. Antes, en
cambio, si no está completamente terminado, aquello le da vueltas en la cabeza
constantemente: el tema sigue rondando hasta que uno se da cuenta, por
experiencia propia, de que no está concluido, de que algo se ha quedado dentro;
entonces hay que volver a iniciar la historia, hay que ver dónde está la falla,
hay que ver cuál es el personaje que no se movió por sí mismo. En mi caso
personal, tengo la característica de eliminarme de la historia, nunca cuento un
cuento en que haya experiencias personales o que haya algo autobiográfico o que
yo haya visto u oído, siempre tengo que imaginarlo o recrearlo, si acaso hay un
punto de apoyo. Ése es el misterio, la creación literaria es misteriosa, y uno
llega a la conclusión de que si el personaje no funciona, y el autor tiene que
ayudarle a sobrevivir; entonces falla inmediatamente. Estoy hablando de cosas
elementales, ustedes deben perdonarme, pero mis experiencias han sido éstas,
nunca he relatado nada que haya sucedido; mis bases son la intuición y, dentro
de eso, ha surgido lo que es ajeno al autor.
El problema, como les decía
antes, es encontrar el tema, el personaje y qué va a decir y qué va a hacer ese
personaje, cómo va a adquirir vida. En cuanto el personaje es forzado por el
autor, inmediatamente se mete en un callejón sin salida. Una de las cosas más
difíciles que me ha tocado hacer, precisamente, es la eliminación del autor,
eliminarme a mí mismo. Yo dejo que aquellos personajes funcionen por sí y no
con mi inclusión, porque entonces entro en la divagación del ensayo, en la
elucubración; llega uno hasta a meter sus propias ideas, se siente filósofo, en
fin, y uno trata de hacer creer hasta en la ideología que tiene uno, su manera
de pensar sobre la vida, o sobre el mundo, sobre los seres humanos, cuál es el
principio que movía las acciones del hombre. Cuando sucede eso, se vuelve uno
ensayista. Conocemos muchas novelas-ensayo, mucha obra literaria que es
novela-ensayo; pero, por regla general, el género que se presta menos a eso es
el cuento. Para mí el cuento es un género realmente más importante que la
novela porque hay que concentrarse en unas cuantas páginas para decir muchas
cosas, hay que sintetizar, hay que frenarse; en eso el cuentista se parece un
poco al poeta, al buen poeta. El poeta tiene que ir frenando el caballo y no
desbocarse; si se desboca y escribe por escribir, le salen las palabras una
tras otra y, entonces, simplemente fracasa. Lo esencial es precisamente
contenerse, no desbocarse, no vaciarse; el cuento tiene esa particularidad; yo
precisamente prefiero el cuento, sobre todo, sobre la novela, porque la novela
se presta mucho a esas divagaciones.
La novela, dicen, es un género
que abarca todo, es un saco donde cabe todo, caben cuentos, teatro o acción,
ensayos filosóficos o no filosóficos, una serie de temas con los cuales se va a
llenar aquel saco; en cambio, en el cuento tiene uno que reducirse,
sintetizarse y, en unas cuantas palabras, decir o contar una historia que otros
cuentan en doscientas páginas; ésa es, más o menos, la idea que yo tengo sobre
la creación, sobre el principio de la creación literaria; claro que no es una
exposición brillante la que les estoy haciendo, sino que les estoy hablando de
una forma muy elemental, porque yo les tengo mucho miedo a los intelectuales,
por eso trato de evitarlos; cuando veo a un intelectual, le saco la vuelta, y
considero que el escritor debe ser el menos intelectual de todos los
pensadores, porque sus ideas y sus pensamientos son cosas muy personales que no
tienen por qué influir en los demás ni hacer lo que él quiere que hagan los
demás; cuando se llega a esa conclusión, cuando se llega a ese sitio, o
llamémosle final, entonces siente uno que algo se ha logrado.
Como todos ustedes saben, no hay
ningún escritor que escriba todo lo que piensa, es muy difícil trasladar el
pensamiento a la escritura, creo que nadie lo hace, nadie lo ha hecho, sino
que, simplemente, hay muchísimas cosas que al ser desarrolladas se pierden.
FIN
Sobre el arte de un escritor
Eduardo Galeano
El mío ha sido un largo camino
hacia el desnudamiento de la palabra: desde las primeras tentativas de
escribir, cuando era jovencito en una prosa abigarrada, llena de palabras que
hoy me dan vergüenza, hasta llegar a un lenguaje que yo quisiera que fuera cada
vez más claro, sencillo, y por lo tanto más complejo, porque la sencillez es la
hija de una complejidad de creación que no se nota ni tiene que notarse.
Uno siente primero que el trabajo
intelectual consiste en hacer complejo lo simple, y después uno descubre que el
trabajo intelectual consiste en hacer simple lo complejo. Y un caso de simplificación
no es una tarea de embobamiento, no se trata de simplificar para rebajar de
nivel intelectual, ni para negar la complejidad de la vida y de la literatura
como expresión de la vida. Por el contrario, se trata de lograr un lenguaje que
sea capaz de transmitir electricidad de vida suprimiendo todo lo que no sea
digno de existencia.
Para mí siempre ha sido
fundamental la lección del maestro Juan Carlos Onetti, un gran escritor
uruguayo muerto hace poco, que me guió los primeros pasos.
Siempre me decía: "Vos
acordate aquello que decían los chinos (yo creo que los chinos no decían eso,
pero el viejo se lo había inventado para darle prestigio a lo que decía); las
únicas palabras que merecen existir son las palabras mejores que el silencio".
Entonces cuando escribo me voy preguntando: ¿estas palabras son mejores que el
silencio?, ¿merecen existir realmente?
Hago una versión, dos o tres,
quince, veinte versiones, cada vez más cortas, más apretadas: edición corregida
y disminuida.
Inflación palabraria El problema
de la inflación monetaria en América Latina es muy grave, pero la inflación
palabraria es tan grave como la monetaria o peor; hay un exceso de circulante
atroz. Algunos países han tenido éxito en la lucha contra la inflación
monetaria pero la inflación palabraria sigue ahí, tan campante. Lo que me
gustaría, modestamente, es ayudar un poquito a esa lucha contra la inflación
palabraria. O sea, poder ir desnudando el lenguaje. Es el resultado de un gran
esfuerzo, y no concluido, porque nace cada vez: a mí me cuesta escribir ahora
tanto como cuando tenía 15 ó 16 años y lloraba ante la hoja de papel en blanco
porque no podía.
¿Función social?
La literatura tiene siempre una
función, aunque no sepa que la tiene, y aunque no quiera tenerla. A mí me hacen
gracia los escritores que dicen que la literatura no tiene ninguna función
social. A partir del momento que alguien escribe y publica está realizando una
función social, porque se publica para otros. Si no, es bastante simple: yo
escribo en un sobre y lo mando a mi propia casa, pongo "Cartas de amor a
mí mismo" y me emociono al recibirlas. Pero es un círculo masturbatorio
(no quiero hablar mal de la masturbación, tiene sus ventajas, pero el amor es
mejor porque se conoce gente, como decía el viejo chiste).
Es imposible imaginar una
literatura que no cumpla una función social. A veces la cumple, y es jodido, en
un sentido adormecedor, a veces es una literatura del fatalismo, de la
resignación, que te invita a aceptar la realidad en lugar de cambiarla, pero a
veces es una literatura reveladora, reveladora de las mil y una caras
escondidas de una realidad que es siempre más deslumbrante de lo que uno
suponía. Por otro lado me parece que lo de la literatura social es una
redundancia porque toda literatura es social. Muchas veces una buena novela de
amor es más reveladora y ayuda más a la gente a saber quién es, de dónde viene
y a dónde puede llegar, que una mala novela de huelgas. No comparto el criterio
de una literatura política que además, en general, es aburridísima.
FIN
La poesía es un atentado celeste
Vicente Huidobro
Yo estoy ausente pero en el fondo
de esta ausencia
Hay la espera de mí mismo
Y esta espera es otro modo de presencia
La espera de mi retorno
Yo estoy en otros objetos
Ando en viaje dando un poco de mi vida
A ciertos árboles y a ciertas piedras
Que me han esperado muchos años
Se cansaron de esperarme y se sentaron
Yo no estoy y estoy
Estoy ausente y estoy presente en estado de
espera
Ellos querrían mi lenguaje para expresarse
Y yo querría el de ellos para expresarlos
He aquí el equívoco el atroz equívoco
Angustioso lamentable
Me voy adentrando en estas plantas
Voy dejando mis ropas
Se me van cayendo las carnes
Y mi esqueleto se va revistiendo de cortezas
Me estoy haciendo árbol Cuántas cosas me he
ido convirtiendo en
[otras cosas...
Es doloroso y lleno de ternura
Podría dar un grito pero se espantaría la
transubstanciación
Hay que guardar silencio Esperar en silencio
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