lunes, 16 de septiembre de 2013

La verdad sospechosa (2)

La verdad sospechosa
Juan Ruiz de Alarcón

ACTO PRIMERO


Vanse don GARCÍA y TRISTÁN

BELTRÁN: Déme, señor Licenciado 
los brazos. 
LETRADO: Los pies os pido. 
BELTRÁN: Alce ya, Cómo ha venido? 
LETRADO: Bueno, contento, honrado 
de mi señor don García, 
a quien tanto amor cobré, 
que no sé cómo podré 
vivir sin su compañía. 
BELTRÁN: Dios le guarde, que, en efeto, 
siempre el señor Licenciado 
claros indicios ha dado 
de agradecido y discreto. 
Tan precisa obligación 
me huelgo que haya cumplido 
García, y que haya acudido 
a lo que es tanta razón. 
Porque le aseguro yo 
que es tal mi agradecimiento, 
que, como un corregimiento 
mi intercesión la alcanzó 
según mi amor, desigual
de la misma suerte hiciera 
darle también, si pudiera 
plaza en Consejo Real. 
LETRADO: De vuestro valor lo fío. 
BELTRÁN: Sí, bien lo puede creer. 
Mas yo me doy a entender 
que, si con el favor mío 
en ese escalón primero 
se ha podido poner, ya 
sin mi ayuda subirá 
con su virtud al postrero. 
LETRADO: En cualquier tiempo y lugar 
he de ser vuestro crïado. 
BELTRÁN: Ya, pues, señor Licenciado 
que el timón ha de dejar 
de la nave de García, y yo he de encargarme de él, 
que hiciese por mí y por él 
sola una cosa querría. 
LETRADO: Ya, señor, alegre espero 
lo que me queréis mandar. 
BELTRÁN: La palabra me ha de dar 
de que lo ha de hacer, primero. 
LETRADO: Por Dios juro de cumplir, 
señor, vuestra voluntad. 
BELTRÁN: Que me diga una verdad 
le quiero sólo pedir. 
Ya sabe que fue mi intento 
que el camino que seguía 
de las letras, don García, 
fuese su acrecentamiento; 
que, para un hijo segundo, 
como él era, es cosa cierta 
que es ésa la mejor puerta 
para las honras del mundo. 
Pues como Dios se sirvió 
de llevarse a don Gabriel, 
mi hijo mayor, con que él 
mi mayorazgo quedó, 
determiné que, dejada 
esa profesión, viniese 
a Madrid, donde estuviese, 
como es cosa acostumbrada 
entre ilustres caballeros 
en España; porque es bien 
que las nobles casas den 
a su rey sus herederos. ues como es ya don García 
hombre que no ha de tener 
maestro, y ha de correr 
su gobierno a cuenta mía, 
y mi paternal amor 
con justa razón desea 
que, ya que el mejor no sea, 
no la noten por peor, 
quiero, señor Licenciado, 
que me diga claramente 
sin lisonja, lo que siente 
supuesto que le ha crïado
de su modo y condición, 
de su trato y ejercicio, 
y a qué género de vicio muestra más inclinación. 
Si tiene alguna costumbre 
que yo cuide de enmendar, 
no piense que me ha de dar 
con decirlo pesadumbre; 
que él tenga vicio es forzoso; 
que me pese, claro está; 
mas saberlo me será 
útil, cuando no gustoso. 
Antes en nada, a fe mía 
hacerme puede mayor 
placer, o mostrar mejor 
lo bien que quiere a García, 
que en darme este desengaño, 
cuando provechoso es, 
si he de saberlo después 
que haya sucedido un daño. 
LETRADO: Tan estrecha prevención, 
señor, no era menester 
para reducirme a hacer 
lo que tengo obligación. 
Pues es caso averiguado 
que, cuando entrega al señor 
un caballo el picador 
que lo ha impuesto y enseñado, 
si no le informa del modo 
y los resabios que tiene, 
un mal suceso previene 
al caballo y dueño y todo. 
Deciros verdad es bien; 
que, demás del juramento, 
daros una purga intento 
que os sepa mal y haga bien. 
De mi señor don García 
todas las acciones tienen 
cierto acento, en que convienen 
con su alta genealogía. 
Es magnánimo y valiente, 
es sagaz y es ingenioso, 
es liberal y piadoso, 
si repentino, impaciente. 
No trato de las pasiones 
propias de la mocedad, 
porque, en ésas, con la edad 
se mudan las condiciones. 
Mas una falta no más
es la que le he conocido, 
que, por más que le he reñido, 
no se ha enmendado jamás. 
BELTRÁN: )Cosa que a su calidad 
será dañosa en Madrid? 
LETRADO: Puede ser. 
BELTRÁN: )Cuál es? Decid. 
LETRADO: No decir siempre verdad. 
BELTRÁN: (Jesús! (Qué cosa tan fea 
en hombre de obligación! 
LETRADO: Yo pienso que, o condición, 
o mala costumbre sea. 
Con la mucha autoridad 
que con él tenéis, señor, 
junto con que ya es mayor 
su cordura con la edad, 
ese vicio perderá. 
BELTRÁN: Si la vara no ha podido, 
en tiempo que tierna ha sido, 
enderezarse, )qué hará 
siendo ya tronco robusto? 
LETRADO: En Salamanca, señor, 
son mozos, gastan humor, 
sigue cada cual su gusto; 
hacen donaire del vicio, 
gala de la travesura, 
grandeza de la locura; 
hace, al fin, la edad su oficio. 
Mas, en la corte, mejor 
su enmienda esperar podemos, 
donde tan validas vemos 
las escuelas del honor. 
BELTRÁN: Casi me mueve a reír 
ver cuán ignorante está 
de la corte. )Luego acá 
no hay quien le enseñe a mentir? 
En la corte, aunque haya sido 
un extremo don García, 
hay quien le dé cada día 
mil mentiras de partido. 
Y si aquí miente el que está 
en un puesto levantado, 
en cosa en que al engañado 
la hacienda o honor le va, 
no es mayor inconveniente 
quien por espejo está puesto
al reino? Dejemos esto, 
que me voy a maldiciente. 
Como el toro a quien tiró 
la vara una diestra mano 
arremete al más cercano 
sin mirar a quien le hirió, 
así yo, con el dolor 
que esta nueva me ha causado, 
en quien primero he encontrado 
ejecuté mi furor. 
Créame, que si García 
mi hacienda, de amores ciego, 
disipara, o en el juego 
consumiera noche y día; 
si fuera de ánimo inquieto 
y a pendencias inclinado, 
si mal se hubiera casado, 
si se muriera, en efeto, 
no lo llevara tan mal 
como que su falta sea 
mentir. (Qué cosa tan fea! 
(Qué opuesta a mi natural! 
Ahora bien; lo que he de hacer 
es casarle brevemente, 
antes que este inconveniente 
conocido venga a ser. 
Yo quedo muy satisfecho 
de su bueno celo y cuidado, 
y me confieso obligado 
del bien que en esto me ha hecho. 
Cuándo ha de partir? 
LETRADO: Querría 
luego. 
BELTRÁN: No descansará 
algún tiempo y gozará 
de la corte? 
LETRADO: Dicha mía 
fuera quedarme con vos; 
pero mi oficio me espera. 
BELTRÁN: Ya entiendo; volar quisiera 
porque va a mandar. Adiós. 

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