Exemplo Lº
De lo que contesçió a
Saladín con una dueña, muger de un su vasallo
Fablava el conde Lucanor un
día con Patronio, su consegero, en esta guisa:
-Patronio, bien sé yo
çiertamente que vós avedes tal entendimiento que
omne de los que son agora
en esta tierra non podría dar tan buen recabdo a
ninguna cosa quel’
preguntassen como vós; et por ende vos ruego que me
digades cuál es la mejor
cosa que omne puede aver en sí. Et esto vos
pregunto porque bien
entiendo que muchas cosas a mester el omne para saber
acertar en lo mejor et
fazerlo, ca por entender omne la cosa et non obrar
della bien, non tengo que
mejora muncho en su facienda. Et porque las cosas
son tantas, querría saber a
lo menos una, porque siempre me acordasse
della para la guardar.
-Señor conde Lucanor -dixo
Patronio-, vós, por vuestra merçed, me loades
mucho señaladamente et
dizides que yo he muy grant entendimiento. Et,
señor conde, yo reçelo que
vos engañades en esto. Et bien cred que non a
cosa en el mundo en que
omne tanto nin tan de ligero se engañe como en
cognoscer los omnes cuáles
son en sí et cuál entendimiento an. Et estas son
dos cosas: la una, cuál es
el omne en sí; la otra, qué entendimiento ha. Et
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Lucanor
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para saber cuál es en sí,
asse de mostrar en las obras que faze a Dios et al
mundo; ca muchos parescen
que fazen buenas obras, et non son buenas:
que todo el su bien es para
este mundo. Et creet que esta vondat quel’
costará muy cara, ca por
este vien que dura un día, sufrirá mucho mal sin
fin. Et otros fazen buenas obras
para serviçio de Dios et non cuidan en lo
del mundo; et como quier
que éstos escogen la mejor parte et la que nunca
les será tirada nin la
perderán; pero los unos nin los otros non guardan entreamas
las carreras, que son lo de
Dios et del mundo.
Et para las guardar amas,
ha mester muy buenas obras et muy grant entendimiento,
que tan grand cosa es de
fazer esto como meter la mano en el
fuego et non sentir la su
calentura; pero, ayudándole Dios, et ayudándosse
el omne, todo se puede
fazer; ca ya fueron muchos buenos reys et otros
homnes sanctos; pues éstos,
buenos fueron a Dios et al mundo. Otrosí, para
saber cuál ha buen
entendimiento, ha mester muchas cosas; ca muchos dizen
muy buenas palabras et
grandes sesos et non fazen sus faziendas tan
bien como les complía; mas
otros traen muy bien sus faziendas et non saben
o non quieren o non pueden
dezir tres palabras a derechas. Otros fablan
muy bien et fazen muy bien
sus faziendas, mas son de malas entençiones,
et como quier que obran
bien para sí, obran malas obras para las gentes. Et
destos tales dize la
Scriptura que son tales como el loco que tiene la espada
en la mano, o como el mal
príncipe que ha grant poder.
Mas para que vós et todos
los omnes podades cognosçer cuál es bueno a
Dios et al mundo, et cuál
es de buen entendimiento et cuál es de buena
palabra et cuál es de buena
entençión, para lo escoger verdaderamente,
conviene que non judguedes
a ninguno sinon por las obras que fiziere luengamente
et non poco tiempo, et por
como viéredes que mejora o que peora
su fazienda; ca en estas
dos cosas se paresçe todo lo que desuso es dicho.
Et todas estas razones vos
dixe agora porque vós loades mucho a mí et al
mío entendimiento, et só
çierto que desque a todas estas cosas catáredes,
que me non loaredes tanto.
Et a lo que me preguntastes que vos dixiesse
cuál era la mejor cosa que
omne podía aver en sí, para saber desto la verdat,
querría mucho que
sopiésedes lo que contesçió a Saladín con una muy
buena dueña, muger de un
cavallero, su vasallo.
Et el conde le preguntó
cómo fuera aquello.
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-Señor conde Lucanor -dixo
Patronio-, Saladín era soldán de Babilonia et
traía consigo sienpre muy
grand gente; et un día, porque todos non podían
posar con él, fue posar a
casa de un cavallero.
Et cuando el cavallero vio
a su señor, que era tan onrado, en su casa, fízole
cuanto serviçio et cuanto
plazer pudo, et él et su muger et sus fijos et sus
fijas servíanle cuanto
podían. Et el Diablo, que sienpre se trabaja en que
faga el omne lo más
desaguisado, puso en el talante de Saladín que olbidasse
todo lo que devía guardar
et que amasse aquella dueña non como
devía.
Et el amor fue tan grande,
quel’ ovo de traer a consejarse con un su mal
consejero en qué manera
podría complir lo que él quería. Et devedes saber
que todos devían rogar a
Dios que guardasse a su señor de querer fazer mal
fecho, ca si el señor lo
quiere, çierto seed que nunca menguará quien gelo
conseje et quien lo ayude a
lo complir.
Et assí contesçió a
Saladín, que luego falló quien lo consejó cómo pudiesse
complir aquello que quería.
Et aquel mal consejero consejól’ que enviasse
por su marido et quel’
fiziesse mucho vien et quel’ diesse muy grant gente
de que fuesse mayoral; et a
cabo de algunos días, quel’ enviasse a alguna
tierra lueñe en su serviçio,
et en cuanto el cavallero estudiesse allá, que podría
él complir toda su
voluntad.
Esto plogo a Saladín, et
fízolo assí. Et desque el cavallero fue ido en su
serviçio, cuidando que iba
muy bien andante et muy amigo de su señor,
fuesse Saladín para su casa.
Desque la buena dueña sopo que Saladín vinía,
porque tanta merçed avía
fecho a su marido, reçibiólo muy bien et fízole
mucho serviçio et cuanto
plazer pudo ella et toda su compana. Desque la
mesa fue alçada et Saladín
entró en su cámara, envió por la dueña. Et ella,
teniendo que enviaba por
ál, fue a él. Et Saladín le dixo que la amava
mucho. Et luego que ella
esto oyó, entendiólo muy bien, pero dio a entender
que non entendía aquella
razón et díxol’ quel’ diesse Dios buena vida et
que gelo gradesçié, ca bien
sabié Dios que ella mucho deseava la su vida, et
que siempre rogaría a Dios
por él, como lo devía fazer, porque era su señor
et, señaladamente, por
cuanta merçed fazía a su marido et a ella.
Saladín le dixo que, sin
todas aquellas razones, la amava más que a muger
del mundo. Et ella
teníagelo en merçed, non dando a entender que entendía
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otra razón. ¿Qué vos iré
más alongando? Saladín le ovo a dezir cómo la
amava. Cuando la buena
dueña aquello oyó, como era muy buena et de
muy buen entendimiento,
respondió assí a Saladín:
-Señor, como quier que yo
só assaz muger de pequeña guisa, pero vien sé
que el amor non es en poder
del omne, ante es el omne en poder del amor.
Et bien sé yo que si vós
tan grand amor me avedes como dezides, que podría
ser verdat esto que me vós
dezides, pero assí como esto sé bien, assí sé
otra cosa: que cuando los
omnes, et señaladamente los señores, vos pagades
de alguna muger, dades a
entender que faredes cuanto ella quisiere, et
desque ella finca mal
andante et escarnida, preçiádesla poco et, como es
derecho, finca del todo
mal. Et yo, señor, reçelo que conteçerá assí a mí.
Saladín gelo començó a
desfazer prometiéndole quel’ faría cuanto ella
quisiesse porque fincasse
muy bien andante. Desque Saladín esto le dixo,
repondiól’ la buena dueña
que si él le prometiesse de conplir lo que ella le
pidría, ante quel’ fiziesse
fuerça nin escarnio, que ella le prometía que,
luego que gelo oviesse
complido, faría ella todo lo que él mandasse.
Saladín le dixo que
reçelava quel’ pidría que non le fablasse más en aquel
fecho. Et ella díxol’ que
non le demandaría esso nin cosa que él muy bien
non pudiesse fazer. Saladín
gelo prometió. La buena dueña le vesó la mano
et el pie et díxole que lo
que de’l quería era quel’ dixiesse cuál era la mejor
cosa que omne podía aver en
sí, et que era madre et cabeça de todas las
vondades.
Cuando Saladín esto oyó,
començó muy fieramente a cuidar, et non pudo
fallar qué respondiesse a
la buena dueña. Et porquel’ avía prometido que
non le faría fuerça nin
escarnio fasta quel’ cumpliesse lo quel’ avía prometido,
díxole que quería acordar
sobresto. Et ella díxole que prometía que
en cualquier tiempo que
desto le diesse recado, que ella compliría todo lo
que él mandasse.
Assí fincó pleito puesto
entrellos. Et Saladín fuesse para sus gentes; et,
como por otra razón,
preguntó a todos sus sabios por esto. Et unos dizían
que la mejor cosa que omne
podía aver era ser omne de buena alma. Et
otros dizían que era verdat
para el otro mundo, mas que por seer solamente
de buena alma, que non
sería muy bueno para este mundo. Otros dizían que
lo mejor era seer omne muy
leal. Otros dizían que, como quier que seer leal
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es muy buena cosa, que
podría seer leal et seer muy cobarde, o muy escasso,
o muy torpe, o mal
acostumbrado, et assí que ál avía mester, aunque
fuesse muy leal. Et desta
guisa fablavan en todas las cosas, et non podían
acertar en lo que Saladín
preguntava.
Desque Saladín non falló
qui le dixiesse et diesse recabdo a su pregunta en
toda su tierra, traxo
consigo dos jubglares, et esto fizo porque mejor pudiesse
con éstos andar por el
mundo. Et desconoçidamente passó la mar, et
fue a la corte del Papa, do
se ayuntan todos los christianos. Et preguntando
por aquella razón, nunca
falló quien le diesse recabdo. Dende, fue a casa
del rey de Françia et a
todos los reyes et nunca falló recabdo. Et en esto
moró tanto tiempo que era
ya repentido de lo que avía començado.
Et ya por la dueña non
fiziera tanto; mas, porque él era tan buen omne,
tenía quel’ era mengua si
dexasse de saber aquello que avía començado; ca,
sin dubda, el grant omne
grant mengua faze si dexa lo que una vez comiença,
solamente que el fecho non
sea malo o pecado; mas, si por miedo o
trabajo lo dexa, non se
podría de mengua escusar. Et por ende, Saladín non
quería dexar de saber
aquello porque saliera de su tierra.
Et acaesçió que un día,
andando por su camino con sus jubglares, que toparon
con un escudero que vinía
de correr monte et avía muerto un ciervo.
Et el escudero casara poco
tiempo avía, et abía un padre muy viejo que
fuera el mejor cavallero
que oviera en toda aquella tierra. Et por la grant
vejez, non veía et non
podía salir de su casa, pero avía el entendimiento tan
bueno et tan complido, que
non le menguava ninguna cosa por la vejez. El
escudero, que venía de su
caça muy alegre, preguntó aquellos omnes que
dónde vinían et qué omnes
eran. Ellos le dixieron que eran joglares.
Cuando él esto oyó, plógol’
ende mucho, et díxoles quel vinía muy alegre
de su caça et para complir
el alegría, que pues eran ellos muy buenos joglares,
que fuessen con él essa
noche. Et ellos le dixieron que ivan a muy
grant priessa, que muy
grant tiempo avía que se partieran de su tierra por
saber una cosa et que non
pudieron fallar della recabdo et que se querían
tornar, et que por esso non
podían ir con él essa noche.
El escudero les preguntó
tanto, fasta quel’ ovieron a dezir qué cosa era
aquello que querían saber.
Cuando el escudero esto oyó, díxoles que si su
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padre non les diesse
consejo a esto, que non gelo daría omne del mundo, et
contóles qué omne era su
padre.
Cuando Saladín, a qui el
escudero tenía por joglar, oyó esto, plógol’ ende
muncho. Et fuéronse con él.
Et desque llegaron a casa
de su padre, et el escudero le contó cómo vinía
mucho alegre porque caçara
muy bien et aún, que avía mayor alegría porque
traía consigo aquellos
juglares; et dixo a su padre lo que andavan
preguntando, et pidiól’ por
merçed que les dixiesse lo que desto entendía
él, ca él les avía dicho
que pues non fallavan quien les diesse desto recabdo,
que si su padre non gelo
diesse, que non fallarían omne que les diesse
recabdo.
Cuando el cavallero ançiano
esto oyó, entendió que aquél que esta pregunta
fazía que non era juglar;
et dixo a su fijo que depués que oviessen comido,
que él les daría recabdo a
esto que preguntavan.
Et el escudero dixo esto a
Saladín, que él tenía por joglar, de que fue
Saladín mucho alegre, et
alongávasele ya mucho porque avía de atender
fasta que oviesse comido.
Desque los manteles fueron
levantados et los juglares ovieron fecho su
mester, díxoles el
cavallero ançiano quel’ dixiera su fijo que ellos andavan
faziendo una pregunta et
que non fallavan omne que les diesse recabdo, et
quel’ dixiessen qué
pregunta era aquélla, et él que les diría lo que entendía.
Entonçe, Saladín, que
andava por juglar, díxol’ que la pregunta era ésta:
que cuál era la mejor cosa
que omne podía aver en sí, et que era madre et
cabeça de todas las
vondades.
Cuando el cavallero ançiano
oyó esta razón, entendióla muy bien; et otrosí,
conosçió en la palabra que
aquél era Saladín; ca él visquiera muy grand
tiempo con él en su casa et
reçibiera de’l mucho vien et mucha merçed, et
díxole:
-Amigo, la primera cosa que
vos respondo, dígovos que çierto só que fasta
el día de oy que nunca
tales juglares entraron en mi casa. Et sabet que si yo
derecho fiziere, que vos
debo cognosçer cuánto bien de vos tomé, pero deEl
Conde
Lucanor
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sto non vos diré agora
nada, fasta que fable conbusco en poridat, porque
non sepa ninguno nada de
vuestra fazienda. Pero, cuanto a la pregunta que
fazedes, vos digo que la
mejor cosa que omne puede aver en sí, et que es
madre et cabeça de todas
las vondades, dígovos que ésta es la vergüença; et
por vergüença sufre omne la
muerte, que es la más grave cosa que puede
seer; ca por vergüença dexa
de fazer omne todas las cosas que non le
paresçen bien, por grand
voluntat que aya de las fazer. Et assí, en la vergüença
an comienço et cabo todas
las vondades, et la vergüença es partimiento
de todos los malos fechos.
Cuando Saladín esta razón
oyó, entendió verdaderamente que era assí como
el cavallero le dizía. Et
pues entendió que avía fallado recabdo de la
pregunta que fazía, ovo
ende muy grant plazer et espidióse del cavallero et
del escudero cuyos
huéspedes avían seído. Mas ante que se partiessen de su
casa, fabló con el
cavallero ançiano, et le dixo cómo lo conosçía que era
Saladín, et contól’ cuánto
bien de’l avía reçebido. Et él et su fijo fiziéronle
cuanto serviçio pudieron,
pero en guisa que non fuesse descubierto.
Et desque estas cosas
fueron passadas, endereçó Saladín para irse para su
tierra cuanto más aína
pudo. Et desque llegó a su tierra, ovieron las gentes
con muy grand plazer et
fizieron muy grant alegría por la su venida.
Et después que aquellas
alegrías fueron passadas, fuesse Saladín para casa
de aquella buena dueña
quel’ fiziera aquella pregunta. Et desque ella sopo
que Saladín vinía a su
casa, reçibiól’ muy bien et fízol’ cuanto serviçió
pudo.
Et depués que Saladín ovo
comido et entró en su cámara, envió por la
buena dueña; et ella vino a
él. Et Saladín le dixo cuánto avía trabajado por
fallar repuesta çierta de
la pregunta quel’ fiziera et que la avía fallado, et
pues le podía dar repuesta
complida, assí comol’ avía prometido, que ella
otrosí cumpliesse lo quel’
prometiera. Et ella le dixo quel’ pidía por merçed
quel’ guardasse lo quel’
avía prometido et quel’ dixiesse la repuesta a la
pregunta quel’ avía fecho,
et que si fuesse tal que él mismo entendiesse que
la repuesta era complida,
que ella muy de grado compliría todo lo quel’
avía prometido.
Estonçes le dixo Saladín
quel’ plazía desto que ella le dizía, et díxol’ que la
repuesta de la pregunta que
ella fiziera que era ésta: que ella le preguntara
El Conde
Lucanor
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cuál era la mejor cosa que
omne podía aver en sí et que era madre et cabeça
de todas las vondades,
quel’ respondía que la mejor cosa que omne podía
aver en sí et que es madre
et cabeça de todas las vondades, que ésta es la
vergüença.
Cuando la buena dueña esta
repuesta oyó, fue muy alegre, et díxol’:
-Señor, agora conosco que
dezides verdat, et que me avedes complido cuanto
me prometiestes. Et pídovos
por merçed que me digades, assí como
rey deve dezir verdat, si
cuidades que ha en el mundo mejor omne que vós.
Et Saladín le dixo que,
como quier que se le fazía vergüença de dezir, pero
pues la avía a dezir verdat
como rey, quel’ dizía que más cuidava que era él
mejor que los otros, que
non que avía otro mejor que él.
Cuando la buena dueña esto
oyó, dexósse caer en tierra ante los sus pies, et
díxol’ assí, llorando muy
fieramente:
-Señor, vós avedes aquí
dicho muy grandes dos verdades: la una, que sodes
vós el mejor omne del
mundo; la otra, que la vergüença es la mejor cosa
que el omne puede aver en
sí. Et señor, pues vós esto conosçedes, et sodes
el mejor omne del mundo,
pídovos por merçed que querades en vos la mejor
cosa del mundo, que es la
vergüença, et que ayades vergüença de lo que
me dezides.
Cuando Saladín todas estas
buenas razones oyó et entendió cómo aquella
buena dueña, con la su
vondat et con el su buen entendimiento, sopiera
aguisar que fuesse él
guardado de tan grand yerro, gradesçiólo mucho a
Dios. Et comoquier que la
él amava ante de otro amor, amóla muy más
dallí adelante de amor leal
et verdadero, cual deve aver el buen señor et leal
a todas sus gentes. Et
señaladamente por la su vondat della, envió por su
marido et fízoles tanta
onra et tanta merçet porque ellos, et todos los ‘que
dellos vinieron, fueron muy
bien andantes entre todos sus vezinos.
Et todo este bien acaesçió
por la vondat daquella buena dueña, et porque
ella guisó que fuesse
sabido que la vergüença es la mejor cosa que omne
puede aver en sí, et que es
madre et cabeça de todas las vondades.
El Conde
Lucanor
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Et pues vós, señor conde
Lucanor, me preguntades cuál es la mejor cosa
que omne puede aver en sí,
dígovos que es la vergüença. Ca la vergüença
faze a omne ser esforçado
et franco et leal et de buenas costumbres et de
buenas maneras, et fazer
todos los vienes que faze. Ca bien cred que todas
estas cosas faze omne más
con vergüença que con talante que aya de lo
fazer. Et otrosí, por
vergüença dexa omne de fazer todas las cosas desaguisadas
que da la voluntad al omne
de fazer. Et por ende, cuán buena cosa es
aver el omne vergüença de
fazer lo que non deve et dexar de fazer lo que
deve, tan mala et tan
dañosa et tan fea cosa es el que pierde la vergüença.
Et devedes saber que yerra
muy fieramente el que faze algún fecho vergonçoso
et cuida que, pues que lo
faze encubiertamente, que non deve aver
ende vergüença. Et cierto
sed que non ha cosa, por encubierta que sea, que
tarde o aína non sea
sabida. Et aunque luego que la cosa vergonçosa se
faga, non aya ende
vergüença, devrié omne cuidar qué vergüença sería cuando
fuere sabido. Et aunque
desto non tomasse vergüença, dévela tomar
de sí mismo, que entiende
el pleito vergonçoso que faze. Et cuando en todo
esto non cuidasse, deve
entender cuánto sin ventura es (pues sabe que si un
moço viesse lo que él faze,
que lo dexaría por su vergüença) en non lo
dexar nin aver vergüença
nin miedo de Dios, que lo vee et lo sabe todo, et
es çierto quel’ dará por
ello la pena que meresciere.
Agora, señor conde Lucanor,
vos he respondido a esta pregunta que me
feziestes et con esta
repuesta vos he respondido a çincuenta preguntas que
me avedes fecho. Et avedes
estado en ello tanto tiempo, que só çierto que
son ende enojados muchos de
vuestras compañas, et señaladamente se
enojan ende los que non an
muy grand talante de oír nin de aprender las cosas
de que se pueden mucho
aprovechar. Et contésceles como a las vestias
que van cargadas de oro,
que sienten el peso que lievan a cuestas et non se
aprovechan de la pro que ha
en ello. Et ellos sienten el enojo de lo que oyen
et non se aprovechan de las
cosas buenas et aprovechosas que oyen. Et por
ende, vos digo que lo uno
por esto, et lo ál por el trabajo que he tomado en
las otras respuestas que
vos di, que vos non quiero más responder a otras
preguntas que vós fagades,
que en este enxiemplo et en otro que se sigue
adelante deste vos quiero
fazer fin a este libro.
El conde tovo éste por muy
buen enxiemplo. Et cuanto de lo que Patronio
dixo que non quería quel’
feziessen más preguntas, dixo que esto fincasse
en cómo se pudiesse fazer.
El Conde
Lucanor
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Et porque don Johan tovo
este enxiemplo por muy bueno, fízolo escrivir en
este libro et fizo estos
viessos que dizen assí:
La vergüença todos los
males parte;
por vergüença faze omne
bien sin arte.
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